PARÍS. Como siempre, la época navideña es la predilecta para asistir a exposiciones y espectáculos en París, ya que si no tienes completas vacaciones, un trabajo aliviado aumenta los momentos libres.
A quienes venimos a París de Santo Domingo, se nos hace muy extraño, sucediendo entre nosotros todo lo contrario, y prácticamente interrumpiéndose la vida cultural En París, hasta en el frío, la lluvia o la nieve, la gente aguarda de pie en filas que nos lucen interminables Luego, aunque hay decenas de exposiciones ameritando la visita, algunas o una en particular atraen a multitudes. Actualmente es Dali ¡de título minimalista y golpeante!- en el Centro Pompidou que congrega diariamente a miles de personas, y el tiempo de espera asciende a una hora con suerte Así, más de 200 obras, pinturas, dibujos, objetos, películas, fotografías, documentos de archivo, requieren dos a tres visitas, o una jornada completa.
En 1979 se celebró una retrospectiva Dalí en el mismo Centro Pompidou, con una escenografía pomposa y la presencia del artista él murió en 1989 que se sobrepasó en histrionismo y extravagancias. Hemos tenido la suerte de asistir a ambas muestras: la primera nos impresionó sin un total convencimiento, esta exposición opera un cambio radical.
En lugar de ofrecer una acumulación de obras entre maestras y detestables, este acontecimiento, indudablemente selectivo, propone la visión de un auténtico y múltiple genio, magistral en pintura desde antes de los 20 años, insaciable descubridor y estudioso, autor de las más increíbles performances, acciones y happenings, hasta una edad avanzada
Hay, obviamente, de parte de los conceptores y organizadores, una meta bien cumplida de enseñar a un Salvador Dalí en su máxima dimensión creadora y sus incontables aportes al arte contemporáneo, y siete partes se suceden en orden cronológico, óptimamente explicadas e ilustradas. En esta museografía abierta, a la vez rigurosa y atractiva, rige la continuidad, con módulos que detallan cada una de las secciones.
El objetivo, en nuestro criterio, consiste en mostrar y demostrar, inducir y seducir: el público, todas generaciones confundidas, está deslumbrado por este nuevo Salvador Dalí, incluyendo a los otrora escépticos
Salvador Dalí y la Madona. Recordando a la primera exposición, albergamos por esta misma circunstancia epocal el propósito de detenernos delante de las varias Madonas que Dalí había pintado y aun comentarlas. La curaduría descartó a éstas como temática específica, probablemente por su realismo reencontrado, pero seleccionó dos pinturas singulares, de sujeto parcialmente religioso: Cabeza rafaelesca explotada y La Madona de Rafael a la velocidad máxima, ¡títulos aparentemente misteriosos y sorprendentes!, cuadros pintados en la década del 50 e ilustrativos del Manifiesto místico, escrito por el maestro.
La cabeza rafaelesca. Salvador Dalí, que se autoproclamó salvador desde su nombre predestinado de la pintura moderna e inventor de una nueva mística, era un gran admirador del pintor italiano Rafael, que fue enterrado en el Panteón de Roma. Él somete la cabeza rafaelesca una apropiación y recreación a un estallido que produce una doble imagen y permite una doble lectura: la cúpula y el rostro, mientras fragmentos que se desprenden, evocan a otras obras dalinianas.
Encontramos aquí un admirable homenaje al Renacimiento y a la arquitectura, simbiosis de transparencia y trascendencia, de fuerza y poesía. ¿No decía, pues, Salvador Dalí, prediciendo el carácter efímero de los movimientos de su época y anteriores: Que viva el arte moderno a condición de pintar como Rafael?
La Madona de Rafael. El título completo y la pintura misma están motivados por el estudio del átomo y de la reacción nuclear que produce la bomba atómica, provocando el estallido del núcleo. De nuevo, nos abocamos a una lectura compleja del espacio: movimiento de partículas y esferillas, recomposición de un rostro con una segunda mutación en cuernos de rinoceronte.
Los elementos están suspendidos en el aire, con un fondo de paisaje mediterráneo, de cielo y mar. Si Dalí no deja de aludir al hongo atómico, que quiebra la naturaleza y la vida, filosofía, teología y pintura inmejorable en su refinada factura se alían perfectamente.
Evidentemente, estas dos pinturas, de interpretación a la vez realista y surrealista, no pueden servir de estímulo sensible a la devoción, y la Natividad no habrá sido interpretada en ellas, como una fuente de inspiración privilegiada, celestial y terrenal, fundamentada en el Evangelio. Ahora bien, sus fines confesionales son distintos, y ciertamente ellas enriquecieron elementos, esenciales y maravillosos, de la pintura de Salvador Dalí. Ambos cuadros ocupan merecidamente un lugar destacado en la contundente exposición del Centro Pompidou.
Zoom
Planteamiento
Un diálogo entre ojo y cerebro del pintor y de los espectadores. Dalí, pionero del performance, autor de obras efímeras, manipulador de los medios: cuestionamiento de la figura del artista frente a la tradición.
Secciones de la exposición:
Lo ultralocal y lo universal; De la residencia de estudiantes a las vías del surrealismo; El surrealismo y el método paranóico-crítico; Mitos e historia; Teatralidad; Ciencia. Mística y teoría…