Salvador Díaz Mirón

Salvador Díaz Mirón

R. A. FONT-BERNARD
El poeta mexicano Salvador Díaz Mirón está considerado en la actualidad como una antigualla de la literatura latinoamericana, excluido inclusive de los recitales que aún perduran, en la otrora profesión de la declamación poética. Fue sin embargo uno de los poetas del habla hispana más populares en la segunda parte del siglo IX y la primera del siglo XX, cuya fama se afincó en su afán de concisión latina, ya muy cerca del ideal parnasiano y por su oído para las posibilidades rítmicas del idioma. Se le consideró en su época como el poeta del orgullo, y su poesía como el fruto de la soberbia.

Fue el autor del poema archirecitado titulado “A Gloria”, publicado en el 1881, cuya grandilocuencia estuvo cargada con los expresivos giros idiomáticos del gran Víctor Hugo de “La Leyenda de los Siglos”:

“Los claros timbres de que estoy ufano, han de salir de la calumnia ilesos; hay aves que cruzan el pantano y no manchan…¡mi plumaje es de esos! Fiado en el instinto que me empuja, desprecio los peligros que señalas.

El ave canta aunque la rama cruja, como que sabe lo que son sus alas”.

El poema “A Gloria” fue célebre en España, antes de que en ese país tuviese vigencia el nombre de Rubén Darío. Ya hacia el 1895 el joven poeta Francisco Villaespesa lo parafraseaba en un soneto titulado “Orgullo”; “En vano detenerme tu amor intenta; mi ambición generosa tu voz no escucha: como hay aves que cantan en la tormenta, hay almas que nacen para la lucha”. Ya en “A Gloria”, Díaz Mirón había versificado: “Convéncete mujer. Hemos venido, a este mundo de lágrimas que abate, tú como la paloma para el nido, y yo como el león, para el combate”.

Muchos años después, un jovencísimo poeta dominicano versificaría también, atraído por el señuelo de la poesía del poeta mexicano:

“Un quijote ni teme ni me abate: contigo lucharé, vulgo asesino, pues llevo como arma de combate, mi fe de héroes y mi valor leonino”.

Es posible que en la lengua española no hay poema en el que esté más acentuado el sentimiento del orgullo varonil; para el hispanista Donald Fogesquit, la dignidad masculina, muy típica del hispano, queda expresada en la bizarría del poema “A Gloria”, de Díaz Mirón.

El crítico español Francisco Navarro Ledesma afirmó que de Díaz Mirón aprendieron en España Villaespesa, y en América Latina José Santos Chocano y Rubén Darío. Santos Chocano le imitó sin rodeos: “Los gorriones se juntan en bandadas/ en tanto que las águilas vuelan solas”. Por su parte, Rubén Darío le dedicó un “Medallón” confirmativo de la admiración que le profesaba: “Tu cuarteto es cuádriga de águilas bravas, que aman las tempestades, los océanos, las pesadas tizonas, las férreas clavas, son las armas forjadas para tus manos.

Tu idea tiene cráteres y vierte lava; del arte recorriendo montes y llanos van tus rudas estrofas jamás esclavas, como un tropel de búfalos americanos.

Lo que suena en tu lira lejos resuena,como cuando habla el gloreas o cuando truena.

Hija del Nuevo Mundo. La humanidad oiga sobre la frente de las naciones, La hímnica pompara lírica de tus canciones, que saludan triunfante la libertad”.

El peruano Luis Alberto Sánchez elogió las estrofas de “A Gloria”, repetidas por todos los vates y sus clientes “en la vasta y recitadora extensión hispanoamericana”. Pero, niega al poeta, influencias decisivas en el proceso evolutivo del Modernismo. Como romántico de raíz, le calificó Luis Alberto Sánchez. Y similar concepto expresó don Alfonso Reyes, quien tachó explícitamente como “quemado en la hoguera de Víctor Hugo”. “Es un poeta de antítesis fáciles y de retórica efectista”, escribió Alfonso Reyes. Anderson Imbert le calificó como “un viajero solitario”, pero el perspicaz Rufino Blanco Fombona lo ensalzó, ubicándole en el Modernismo”, al lado de Julián Del Casal, José Martí, Guillermo Valencia y José Asunción Silva.

Y nuestro Pedro Henríquez Ureña le citó en su ensayo sobre “El Modernismo en la poesía cubana”, como “cerebro ardoroso, remedo de los volcanes de su país”.

Al salir de la cárcel, en el año 1882, tras cumplir una condena por homicidio, Díaz Mirón renegó de sus obras poéticas anteriores y se entregó a la búsqueda de una poesía sobria, escueta, desnuda de artificios, de rima y ritmo, cuidadosamente trabajada. A esa etapa pertenece su libro titulado “Lascas”, publicado en el año 1901, en el que exhibe un registro de acentos y sonidos verbales, dotados de una extraordinaria musicalidad. En el prólogo de ese libro, el poeta justificó su desdén por su verificación precedente, significando que fueron versos “esencialmente incompatibles como mi actual criterio estético”. El poema “A Gloria”, fue uno de los más desdeñados. En “Lascas”, Díaz Mirón más que versificar esculpió y dio a sus versos raros acentos de adivinación idiomática. De esto testifica su poema titulado “Duelos”; “Y ante la forma en que mi padre ha sido, lloro, por más que la razón me advierta, que un cadáver no es un trono demolido, ni roto altar, sino prisión desierta”.

Por su testamento orgulloso y arrojado, dispuesto a batirse en duelo con quien le ofendiese, intencionalmente o no, Díaz Mirón fue encarcelado varias veces. En una de esas prisiones, Santos Chocano le escribió a Rubén Darío: “En América tenemos hoy, además de nuestro renombre incontrovertible, tú la fama de ser más ebrio que Baco, Díaz Mirón más asesino que Hércules y yo más ladrón que Mercurio. Pobre América que no cuenta sino con nosotros”.

Salvador Díaz Mirón falleció en Veracruz, el 12 de junio del 1928, dejando en versos testamentarios su coraza de gladiador: “Erguido bajo el golpe en la porfía, me siento superior a la victoria.

Tengo fe en mí: la adversidad podría quitarme el triunfo, pero no la gloria”.

El poeta mexicano había nacido en el año 1853 en coincidencia con el nacimiento de José Martí.

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