Salvador Jorge Blanco, el que nunca quiso aprender

Salvador Jorge Blanco, el que nunca quiso aprender

Ha muerto Salvador Jorge Blanco, ex Presidente de la República, abogado de excepción y servidor público como hemos conocido pocos. Murió como vivió. Rodeado de su familia, en el retiro de su hogar.  Con el alma limpia y liberada de rencores. Me pregunto, ¿cómo habría sido la historia de nuestro país, y la de nuestro Partido, si este hombre hubiera seguido siendo un protagonista político?

Es una pregunta sin respuesta. El Presidente Jorge Blanco era incapaz de sobrevivir esta forma de hacer política que – haciéndonos tanto daño – se ha dedicado a derribar a todos aquellos que tienen una estatura mayor. Él nunca aprendió. Nunca supo que siempre había una forma de hacer las cosas tras bambalinas, que las influencias tienen su precio y que los trajes para que la mujer del César parezca casta se pueden comprar a buen precio.

Él creía en el poder de la verdad desnuda, en la capacidad de conjurar todos los males con su honestidad y dignidad a toda prueba. Fue capaz de esperar más de una década para que se reconociera que su nombre había sido manchado en forma artera e innoble, por intereses que no pararon en dañar un justo para justificar intereses de otra índole. Recibió sin alardes el reconocimiento de otro Presidente que – más que perdonarlo – buscaba reconocer su valor y enmendar el error cometido.

No hubo revancha en su actitud. Quizás, sólo la íntima satisfacción de comprobar que la verdad había triunfado por fin. Terco en su postura, parco en su discurso, jamás se refirió a lo acontecido. ¡Y pensar que todo podría haber sido más fácil! Si él hubiera apretado los resortes adecuados en el momento preciso, teniendo acceso a ellos, podría haber hecho una carrera política tanto más exitosa. Pero no aprendió. No quiso aprender.

Qué bueno que haya sido tan mal alumno de esa forma de hacer política. Porque – con su ejemplo – nos muestra que es posible ser recto.

 Es posible renacer desde el fango en que te hunden las hipocresías y el cálculo pequeño de adversarios que siempre tejen en las sombras.

Es posible derrotar al dinero y al poder con la verdad de las convicciones fuertes y el cariño del pueblo. Hoy, debemos sacar profundas lecciones de su ejemplo.          

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