Salvador Jorge Blanco, maestro de la oratoria judicial

Salvador Jorge Blanco, maestro de la oratoria judicial

Decir que el doctor Salvador Jorge Blanco, hoy extinto ex Presidente, político y maestro del derecho dominicano, vivió según el estilo oratorio, nos revela un tiempo después, con hechos históricos concretos, a un hombre de elevados pensamientos, de una instrucción especial, dedicado al estudio, como los grandes oradores de Grecia y como gran ser humano.

Las cualidades de demócrata, de ideal de justicia, educador académico, se encuentran generalmente un paso después de haber alcanzado las  cualidades del orador jurídico y político, y el doctor Jorge Blanco demostró ser un espíritu envuelto en los estados de esos asuntos, cuya naturaleza pertenece a ciertos seres humanos que evolucionan en el discurso, una de las bellas artes, y además un arte bello-útil.  Del puñado de oradores que existieron y existen en nuestro país, dentro o fuera de su propio partido, Jorge Blanco ocupa, sin duda, un sitial merecido y respetable. Lo recordaremos por sus exquisitos discursos al público, en las audiencias, por las cualidades estéticas de su oratoria, pronunciación correcta, modulada, carácter investigativo y de estilo característico.

Como abogado, su oratoria forense, está ahí. Ante los tribunales, fue un defensor brillante, incluso en su propia defensa de aquel nefasto juicio. Si todo abogado es un orador, para la acusación o la defensa de un individuo, para la discusión de un punto litigioso o el restablecimiento de la ley, dio cátedras durante toda su trayectoria, haciendo resplandecer su discurso jurídico en un estilo breve, claro y lógico. Fue un científico y un maestro del  derecho dominicano.

Los discursos que pronunció, y también sus discursos escritos, fueron piezas de oratoria. Los pronunció en ayuntamientos, en el Congreso, en conferencias, reuniones políticas, en asuntos de intereses generales al país. Su oratoria académica incluye los extraordinarios textos jurídicos que escribió al final de su trayectoria, entre los que citamos una importante introducción al derecho y la obra Juicio a Dios. Sus discursos escritos, cartas o diarios personales, de seguro algún valor ha de tener para la ciencia del derecho o de la política, es una razón suficiente para que se cree en su memoria la cátedra Salvador Jorge Blanco, para formación política, o para la formación jurídica de las nuevas generaciones.

Todas esas características personales que hemos enumerado dan cuenta del hombre honesto, interlocutor sin intermediario para nuestro pueblo, y ejemplo de político profesional.  Su muerte es una lección para la oratoria que tanta falta nos hace hoy.

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