Salvemos el planeta

Salvemos el planeta

JOSÉ ENRIQUE BÁEZ UREÑA
El doctor Roger Paine fue el primero en grabar las hermosas melodías de las ballenas jorobadas a principios de la década del sesenta del recién pasado siglo XX.

Con la difusión de dicha melodía y el llamado-alerta convocando a toda la humanidad a salvar las ballenas jorobadas de su posible desaparición, por causa de la pesca indiscriminada de parte de los países más «desarrollados» en la destrucción del planeta, se inició, en la citada década, el movimiento conservacionista actual.

Posteriormente, entre finales de la década del setenta y principios de los años ochenta, la humanidad despierta sobresaltada por la gran contaminación que el «desarrollo agrícola» está generando a partir del uso abusivo de pesticidas, y junto a esta preocupación surge el alerta por los avances de la deforestación, como consecuencia también de la expansión de las fronteras agropecuarias y ante la falta de un Plan de Ordenamiento Territorial.

A mediados de la década del año ochenta se reportan las primeras masas boscosas afectadas por el fenómeno denominado «lluvias ácidas», lo cual es consecuencia, según investigaciones realizadas, de las altas emisiones de gases contaminantes generados y esparcidos a la atmósfera por la industria química y pesada de países desarrollados. Hay reportes de daños en zonas boscosas de Alemania, Francia, Italia y España, entre otros.

Con la perturbación, alteración y/o destrucción paulatina de los diferentes ecosistemas terrestres y acuáticos (bosques, montañas, ríos, humedales y zonas costeras) se acelera en los últimos treinta años la desaparición permanente de cientos de especies animales y vegetales, muchas de las cuales probablemente la humanidad no alcanzó a conocer.

La destrucción de la capa de ozono y el calentamiento global,  con su secuela de fenómenos naturales imprevisibles, como consecuencia de las emisiones desproporcionadas de los diferentes gases de efecto invernadero completan el cuadro clínico de la precaria salud del planeta que habitamos, y con ello también se ilustra el horizonte incierto de las futuras generaciones.

Como se puede observar y concluir, la evolución de la destrucción del planeta, gracias a nuestro irracional estilo de vida individualista, parece ser un hecho de carácter irreversible. La globalización de la voracidad, del consumismo y de la super producción de desechos no bio-degradables trazan las pautas del auto-suicidio de la humanidad.

Ahora no se trata de salvar una especie, o un ecosistema en particular.

Ahora tenemos que tratar de salvar el planeta, con toda su naturaleza en armonía, como única vía para garantizar la vida de las actuales y futuras generaciones.

Ahora es urgente e impostergable iniciar el cambio de este modelo de desarrollo económico de mercado, lucro y consumismo, por un modelo de Desarrollo Humano sobre la base de un consumo racional y en armonía con la capacidad bio-productiva de la naturaleza.

Ahora se impone la voluntad de nuestros herederos, nuestros niños (as), para que salvemos el planeta, que es su mayor herencia.

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