Samaná

Samaná

La Bahía de Samaná y sus alrededores gozan de una incomparable belleza, tiene playas, montañas, saltos, cascadas, flora, fauna nativa y migratoria, paisajes marinos, etc., que la convierten en lo que pudiera ser un paraíso. Ahora bien, frente a todo lo que la naturaleza le ha brindado, sus habitantes se empeñan en hacer que lo lindo se torne feo, y lo agradable en desagradable.

Si usted se dirige a Las Terrenas, Portillo, o El Limón y sigue la nueva carretera, pese a su carísimo peaje, disfrutará de unas incomparables vistas, y evitará el encontrarse con un entorno totalmente diferente.

En caso de que por cualquier circunstancia tenga que entrar al pueblo de Samaná, desde unos tres kilómetros antes de su arribo transitará por una ruta totalmente arrabalizada, en donde las construcciones están casi encima de la carretera, los vehículos de todo tipo estacionados de cualquier manera y la gente hace todo lo posible para que el no atropellarlos sea un acto de magia. Luego entra a la avenida principal, en donde el desorden reina por todas partes, mezclado con la suciedad y un tráfico caótico, al fin, después de sufrir el calvario descrito, se desemboca en el malecón, en donde el entorno natural y la incomparable esplendidez de la naturaleza, le permite a uno olvidar momentáneamente el desastre que deja atrás.

Nos deleitamos observando los cayos adyacentes y la inmensidad del mar, y nos topamos con algunos turistas asediados por niños pedigüeños, “guías turísticos” y vendedores, que prácticamente no los dejaban caminar. Pese a todas las maravillas de Samaná, este destino está clasificado entre uno de los peores para turismo de cruceros en el Caribe.

Si a esta situación añadimos los vandálicos desórdenes ocurridos recientemente en el poblado de Las Terrenas, por una rivalidad entre accionistas de una empresa generadora de energía, tenemos que concluir que aparentemente el turismo no interesa.

No entendemos el por qué las autoridades permiten este tipo de situaciones, que no es exclusiva de Samaná, si el turismo es una fuente importantísima de ingresos para el país y las regiones en donde éste se desarrolla, debía ser cuidado en todos sus aspectos, no basta con que los inversionistas construyan hoteles, es necesario que exista orden, seguridad, limpieza, entretenimiento, etc. Para que los visitantes extranjeros continúen llegando.

Parece que los políticos que tienen estas responsabilidades a su cargo están más interesados en preservar los votos de quienes protagonizan el triste espectáculo que se vive en Samaná, que en proteger lo que al fin y al cabo, les permitirá a los habitantes de esa provincia y al país en general progresar y vivir mejor.

Mientras tanto, el número de turistas de cruceros que reciben continúa cayendo drásticamente, sin que los que tienen la concesión para explotar este renglón tampoco hagan nada para corregir lo que se sufre, pese a que todo indica que es un negocio muy bueno.

Pero lamentablemente esas son las cosas de nuestro país, ojalá alguien le ponga el cascabel al gato.

 

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