San Blas, mosaico de artesanos con un aura mística y misteriosa

San Blas, mosaico de artesanos con un aura mística y misteriosa

EFE- REPORTAJES. Convertida en un museo de arquitectura inca y colonial a cielo abierto, la ciudad de Cuzco, al sur de Perú, alberga, además, uno de los núcleos artísticos más renombrados de Perú: el pintoresco barrio de San Blas.

Un pequeño grupo de talleres, que se han visto invadidos por una multitud de otras tiendas que dicen ser artesanales, llenan las calles empedradas de una ciudad a la que los incas impregnaron de un aura mística y misteriosa.

El barrio “Toqokachi”, como lo llamaban antaño los incas, no era más que espacio repleto de pozas de sal, además de ser un camino de paso hacia el famoso “templo dorado” del Coricancha, santuario recubierto de oro y sobre el que los españoles construyeron el convento renacentista de Santo Domingo.

Los manantiales que quedan en algunas casas son los únicos vestigios de aquellas pozas del ahora llamado barrio de San Blas, nombre que debe a una iglesia donde se conserva un púlpito de madera tallada en una única pieza y que es considerada la máxima expresión de la época colonial cuzqueña.

Tradición artesanal. Ahora varias familias de San Blas enseñan al mundo sus artesanías, que se han convertido en un atractivo más para los 2.500 turistas que pasean cada día por la ciudad de Cuzco, capital de los incas y declarada patrimonio de la Humanidad.

De los talleres artesanales salen vírgenes refinadas y coloridas, arcángeles de dimensiones desproporcionadas de tonos oscuros, así como representaciones del Niño Jesús decoradas con pan de oro, entre otras manufacturas.

La tradición artesanal se remonta a los llamados asentamientos de los “mitimaes”, pobladores trasladados de unas comunidades a otras con la encomienda de enseñar sus conocimientos económicos, políticos, sociales y culturales a los lugareños.

Es alrededor de una plaza, conocida como la “vieja” y que a veces pierde su carácter idílico por los abundantes establecimientos nocturnos, donde se ubican los talleres de los maestros Mendívil, Mérida y Olave Palomino, familias reconocidas todas ellas por su trabajo laborioso.

De entre los Mendívil, Juana es ahora la única de los seis hijos dedicada plenamente a la creación de figuras de cuello alargado, y continúa recreando las esculturas que comenzó a moldear su padre Hilario, inspirado en la fisonomía de los camélidos de los Andes (llamas, alpacas, guanacos y vicuñas).

En épocas de lluvia, Juana se “desestresa” pintando las figuras, mientras que en tiempo de sequía coloca las telas encoladas bajo el sol en una nave alejada de su taller, porque los edificios colindantes impiden que los rayos solares entren en la que antiguamente era su residencia familiar.

Con una tradición de más de siglo y medio, el arte de los Mendívil, del que Juana ha sido embajadora en países sudamericanos y europeos, es reclamo para turistas y colegios, que solicitan participar en talleres en vivo y de los que salen artesanos con su propia línea.

Esculturas para expresar el dolor. Poco que ver con los diseños alegres de los Mendívil son las figuras del recién fallecido escultor Edilberto Mérida, que plasmó el dolor, la rabia e indignación de los campesinos peruanos en sus oscuras figuras de barro, de estilo marcadamente expresionista.

Caras de pómulos salientes, manos y pies de tamaño desproporcionado son algunas de las características de sus esculturas de Cristo, que simbolizan a un agricultor oprimido y que convirtieron a Mérida en el escultor del “barro de protesta” y de la “cerámica grotesca”.

Para Mérida, la desproporción era reflejo de la desigualdad social a la que eran sometidos los campesinos, habitualmente de rostro lacerado, manos callosas, abandonados y sin esperanzas, rasgos físicos trasladados a sus figuras.

No lejos del taller de los Mérida, se halla el estudio de la familia Olave Palomino, que debe su reconocimiento a las figuras de “manuelitos” o Niños Jesús, caracterizadas por sus mejillas rosadas, ojos de cristal, cabellos naturales y ropas en pan de oro traído de Europa.

Los Olave, dirigidos por su patriarca, Antonio, son artífices de un trabajo bien laborioso que puede tardar hasta dos años en concluirse.

Cerámica.  Aplicando las mismas técnicas que los incas, los Olave también trabajan la cerámica, sin duda un motivo de orgullo para esta familia porque ha servido para rescatar un trabajo artístico que estaba en trance de desaparición, dice Vito. Ante la atenta mirada de los curiosos, estos obreros fieles a la tradición se esfuerzan cada día en continuar con las labores de sus antepasados en la antigua capital del Imperio inca, la que ellos llamaban “el ombligo del mundo”.

Las claves

1.  El barrio “Toqokachi”

Como lo llamaban antaño los incas, no era más que espacio repleto de pozas de sal, además de ser un camino de paso hacia el famoso “templo dorado” del Coricancha.

2.  Falias

Ahora varias familias de San Blas enseñan al mundo sus artesanías, que se han convertido en un atractivo más para los 2.500 turistas que pasean cada día por la ciudad de Cuzco, capital de los incas y declarada Patrimonio de la Humanidad.

3. Esculturas

Poco que ver con los diseños alegres de los Mendívil son las figuras del recién fallecido escultor Edilberto Mérida, que plasmó el dolor, la rabia e indignación de los campesinos peruanos en sus oscuras figuras de barro, de estilo marcadamente expresionista.

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