Ronny De la Rosa 
“Una experiencia muy dolorosa que vamos a recordar para siempre” enfermera del hospital Juan Pablo Pina/// FOTO Ronny De la Rosa
Cuando ya fue levantado el que podría ser el último de los cuerpos de entre los escombros, tras la explosión ocurrida en San Cristóbal el pasado lunes, los sentimientos afloran y salen con ellos cicatrices que jamás serán borradas.
La provincia jamás volverá a ser la misma, ese es el sentimiento que se escucha y se siente en cada calle de una de las ciudades más emblemáticas del país, por ser la “Cuna de la Constitución” dominicana.
Sus residentes aún no salen del asombro por la tragedia que se ha cobrado al menos 27 vidas, además de dejar un saldo total de 60 heridos, muchos de ellos de gravedad.
Ellos, fueron llevados al hospital Juan Pablo Pina, ubicado a dos esquinas de la explosión que arrasó todo a su paso, allí la situación era crítica, según narran sus protagonistas.
“Fue un momento de gran tensión porque se fue la luz, tuvimos que trabajar a oscuras con nuestros celulares. Andábamos corriendo desesperados porque llegaban los pacientes heridos, sangrando, algunos muy lacerados. Fue una situación muy difícil realmente”, describe Yeimi Sierra, una enfermera que acudió al llamado cuando el centro solicitó voluntarios.
“Fue una situación que no se nos salió de las manos porque somos profesionales y estamos capacitados para toda situación, pero cuando sucede algo así sin esperarlo, nos sorprende”, continúa Sierra.
Afirma que “fue una experiencia muy dolorosa que vamos a recordar para siempre. Nuestra provincia San Cristóbal está muy afectada, muy dolida, todos estamos sentidos”, termina.
Como ella, un gran personal sanitario llegó a brindar asistencia a los heridos y primeros fallecidos que llegaron al centro, mientras el caos se apoderaba del hospital, teniendo que evacuar a todos los internos que estaban en ese momento.
“Eso fue algo muy desesperante, tanto para nosotros como para los familiares, las personas llorando, personas heridas…” expresa Katherin Estefany Báez, quien no pudo continuar describiendo el drama que allí se vivió.
Del otro lado del espectro los pacientes que estaban en el hospital Juan Pablo Pina al momento de la explosión y quienes narran que todo pasó, de la calma al caos, en cuestiones de minuto.
“Delante de mis ojos llegaron cuatro muertos, un niño de cuatro meses, una señora, un señor con el brazo mucho (mutilado), un hombre con la cabeza abierta, espeluznante, eso fue una experiencia que solamente Dios sabe”, detalla Rosy Elaine Capellán Cabrera, quien se encontraba en la emergencia del hospital al momento del estallido.
“A los que estábamos ahí internos nos sacaron porque estaban (los heridos que llegaban) llenos de humo, entonces no teníamos mascarillas. Entonces nos sacaron, a mí me tiraron por ahí afuera con el suero puesto, hasta que pude irme a otro centro de salud”, señala Capellán.
La situación era igual de crítica en las afueras del centro, donde decenas de personas llegaban en busca de sus parientes, hasta ese momento desparecidos, mientras el personal médico preparaba el traslado de los heridos de mayor gravedad.
En la morgue, el panorama era aterrador, cuerpos calcinados y mutilados debían ser identificados por sus dolientes, convirtiéndolo en una labor titánica, tanto para los médicos como para los familiares.
“Los cuerpos que vimos en la morgue están carbonizados y no corresponden a la descripción de ellos, vimos tres y se los llevaron al INACIF, porque aunque hay otros cuerpos, no corresponden a nuestros familiares”, expresa la señora Andrea Mateo.
Momentos después de estas declaraciones, las autoridades identificaron a la hermana de Andrea, Luz Esther Mateo Germán, su esposo Ángel Luís Uribe y su sobrina Paulet Brea de apenas siete años, como tres de las víctimas mortales de la tragedia.
Desde las 3:00 de la tarde del lunes cuando ocurrió la explosión, el personal médico trabajó sin descanso hasta el martes, atendiendo algunos de los pacientes y refiriendo a los demás a otros centros de salud, mientras a las afueras, el ambiente era desgarrador e inquietante.
El área tuvo que ser militarizada para que los profesionales de la salud hicieran su trabajo, ante la agonía y el desespero de las personas, quienes se apoderaban de todo el entorno, tras la tragedia que dejará secuelas permanentes en el pueblo de San Cristóbal y el país.
