San Genaro de Nápoles y la crisis mundial

San Genaro de Nápoles y la crisis mundial

La crisis económica actual me hace recordar una anécdota que me contó mi bisabuelo materno Flor Marra, italiano oriundo de Roma que vivía en Santa Lucia, pueblo lindante con Nápoles, desde donde emigró en 1902 con su esposa e hijos a nuestro país para radicarse en San Juan de la Maguana.

La anécdota se refería a una viejita de Santa Lucia que tenía la costumbre de orar en voz alta para pedirle al patrón de Nápoles, san Genaro, que le diera larga vida al príncipe que gobernaba en ese entonces la región (la Campania). Dicho príncipe era miembro del clan Sabauda, una familia de Turín impuesta por el poder central en el momento de la anexión de Nápoles al Reino de Italia en 1861.

Al oír las plegarias cotidianas de la viejita, los habitantes del pueblo se le acercaron para decirle:

“No la comprendemos, señora. Usted es muy piadosa y estamos seguros de que san Genaro va a oírla. Ahora bien, usted no puede ignorar que este príncipe es un déspota corrupto. ¿Por qué desea usted que san Genaro lo guarde en vida?

– Muy simple, respondió ella. Cuando yo era una niña nos gobernaba el abuelo de este príncipe. Un verdadero bandido, pero su hijo, que le sucedió en el poder, resultó ser peor, aunque no tan malo como el actual. Extrapolando, me da miedo imaginar cómo será el próximo. Por eso le suplico a nuestro milagroso patrón que le dé vida al que tenemos ahora. Pero no se impacienten, a mí me quedan pocos años en este mundo, y les prometo que tan pronto como suba al cielo, le pediré a san Genaro en nombre de ustedes que se lleve al príncipe. Ya verán…”

A juzgar por el desastre en que se encuentra Nápoles, con la basura amontonada hasta hace poco durante meses y una mafia (la Camorra) que no tiene nada que envidiar a la siciliana, la viejita no estaba equivocada.

Los temores de la anciana se aplican perfectamente a la crisis económica actual. Veamos por qué.

Para hacer frente a la recesión económica, el banco central de Estados Unidos ha decidido, no sólo bajar prácticamente a cero la tasa de interés a la que presta a corto plazo, sino también comprar bonos del Estado americano, o como se dice en la jerga económica, monetizar la deuda pública de Estados Unidos. Las dos medidas persiguen un doble objetivo: aumentar la cantidad de dinero disponible a fin de reactivar la economía y absorber al menos parcialmente el aumento de la deuda pública a fin de evitar que aumenten las tasas de interés a largo plazo (si la Reserva Federal no comprara los bonos del Estado, los mismos entrarían en competencia con las solicitudes de crédito de los particulares por el dinero de los bancos, provocando un aumento en las tasas de interés, o sea un encarecimiento de los préstamos a los particulares, lo que no es conveniente en periodos de recesión como el que estamos viviendo).

El problema es que la emisión masiva de dinero conducirá inexorablemente a una inflación, lo que a su vez obligará a los bancos, en una segunda etapa, a aumentar las tasas de interés a largo plazo, que era precisamente lo que se quería evitar.

Las tendencias inflacionistas en Estados Unidos ejercerán una presión a la depreciación del dólar, lo que favorecerá las exportaciones americanas.

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