San Ignacio de Loyola y la palabra

San Ignacio de Loyola y la palabra

POR ANTONIO LLUBERES,SJ
Mañana es día de San Ignacio de Loyola. 448 aniversario de su fallecimiento, el 31 de julio de 1556, en Roma. ¿Qué comentarios podríamos hacer para celebrar su memoria?  ¿Cuáles de sus experiencias podríamos traer que sean de utilidad para conocer y administrarnos ante la actual situación que vive el país.? Me parece que sería  de provecho conocer el respeto y el uso que San Ignacio daba a la palabra.

San Ignacio vivió un proceso de conversión  tan atormentado que lo llevó a extremismos hasta pensar el suicidio. Pero cuando se le imposibilitó quedarse a hacer vida en Jerusalén y tuvo que regresar a España y fue viviendo un proceso de sedimentación de sus mociones internas, comprendió que su persona estaba llamada a centrarse en el servicio a las almas y consecuentemente, en el estudio.  El dice en su Autobiografía que “al final se inclinaba más a estudiar algún tiempo para poder ayudar a las ánimas” ( no. 50 ).

El servicio a las almas también experimentó su evolución. Al principio se dedicó a “predicar”, “declarar la doctrina cristiana”, “dar ejercicios espirituales” y “tener conversación de cosas espirituales”. Con el paso del tiempo trabajó con judíos conversos, enseñó catecismo a niños, rescató  prostitutas, concilió desavenidos,  hizo compañeros y fundó  la Compañía de Jesús

No debemos imaginar a un Ignacio discurseador, sino reflexivo, medido y oyente, oyente de su propia palabra, de la de los demás y de la de Dios. No es callado sino trasmisor de una palabra, palabra “amorosa y con afecto” y palabra ejecutiva.  Ignacio hace un uso discreto de la palabra

En el libro de los Ejercicios Espirituales,  cuando ayuda al ejercitante a prepararse para la confesión, lo confronta con el  examen de conciencia sobre pensamiento, obra y  palabra. Sobre la palabra reitera la enseñanza tradicional de la prohibición de  jurar ni por el Creador ni por la creatura  y tampoco  difamar ni  murmurar.  Pero añade, de su propia cosecha, una reflexión sobre la “palabra ociosa” y el “vanamente hablar”. La palabra ociosa es la que “ni a mí ni a otro aprovecha”, “ni a tal intención se ordena” ( no. 38-41 ).

Sentada esta posición, Ignacio es consecuente en el resto de sus enseñanzas e instrucciones y en su propio comportamiento. Un jesuita de la segunda generación,  compañero de Ignacio en Roma, el portugués Luis Gonçalvez de Cámara, escribió sus recuerdos en un libro titulado Memorial, donde  nos dice que una razón del acierto en el gobierno y de la admiración a Ignacio era su modo de proceder: “?la primera, porque examina mucho las cosas antes de decidir; la segunda, porque hace mucha oración sobre ella y recibe luz de Dios; la tercera, porque no hace nada que toque a personas concretas sin antes oir los pareceres de quienes se ocupan del tema “ ( no. 282b ).

Veamos dos ejemplos. En sus instrucciones a los padres enviados a Alemania, al tratar la manera de enseñar en las universidades les precisa que “las lecciones sean doctas y a la vez claras, asiduas, pero no prolijas” ( 24 de septiembre de 1549 ). Más interesantes aún son estas dos instrucciones dadas a los padres enviados al concilio de Trento, La primera, “ser tardo en hablar, ayudándome en el oir, quieto para sentir y conocer los entendimientos y afectos y voluntades de los que hablan, para mejor responder o callar.” Y la segunda, “así como cerca el definir de las cosas ayuda el hablar tardo o poco, como está dicho, por el contrario, para mover a las ánimas a su provecho espiritual, ayuda el hablar largo, concertado, amoroso y con afecto.” (  a principios de 1546  )                          San Ignacio se nos muestra con una gran capacidad de conciliar posiciones, de unir contrarios, de distinguir espacios. Sabe que en el mundo de la academia, entonces lleno de disputas debido a la controversia protestante,  el definir, hacer síntesis y llegar a conclusiones,  era mejor servido si no se sobreabundaba de palabras. En cambio, en las relaciones personales-espirituales, hay que dilatarse y hablar amorosamente si se quiere  llegar al corazón del interlocutor

En el estado de la actual situación nacional, tener una palabra docta, edificada; clara, de fácil comprensión; y asidua, mantenida es un gran servicio a la verdad, la justicia, y la paz
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* Sacerdote jesuita. Director de la revista Estudios Sociales

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