Hoy 1 de mayo, fecha en que escribo estas líneas, me admiro junto al pueblo de Dios de las características loables que adornaron a un hombre que ostento la misión única de trabajar para el sustento físico y espiritual del hijo de Dios y que a la vez era el mismo Dios en la tierra.
Motivo mas que suficiente para dejarse tentar y caer en el pecado de la soberbia. Por el contrario, fue humilde en la tierra y desde el cielo.
No conocemos palabra suya en la Biblia.
Conocemos sus hechos. Su trabajo, su gran labor de saberse siervo de Dios y acatar obedientemente sus mandatos.
Hoy celebramos su faceta como San Jose Obrero.
Pero, ¿Quién fue él? Luego de la Virgen María, fue la persona más cercana a Jesús. Dios debe amarle muchísimo pues a él le confió la misión de ser padre y custodio de Jesús.
Fue el Papa Pío IX quien en 1870 lo proclama como Patrono de la Iglesia Universal.
Invitamos encarecidamente la lectura de la Exhortación Apostólica Redemptoris Custos, del papa Juan Pablo II, de la cual citamos estas bellas palabras: “… San José nació para ser sombra: la sombra del Padre. Fue escogido para ocultar el misterio de la encarnación. De ahí su misterioso silencio. Sin embargo, es un silencio con sonido, un silencio profundo porque ante el misterio en el que estaba inserto fue colocado en una situación privilegiada.
San José es venerado además como el Patrono de los padres de familia, las mujeres en estado de buena esperanza, los ñiños no nacidos, las familias, los trabajadores, los obreros, los artesanos, los carpinteros, los ingenieros, las personas vacilantes, la justicia social, los emigrantes, los moribundos, los viajeros y la buena muerte.
Veamos qué nos dice Santa Teresa de Jesús sobre él: “No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer.
Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo… No he conocido persona que de veras le sea devota que no la vea más aprovechada en virtud, porque aprovecha en gran manera a las almas que a Él se encomiendan….” -Santa Teresa.
También San Alfonso María de Ligorio nos hace reflexionar sobre ello: “¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?”.
José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y también oraba.
José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios.
Por todo esto, nosotros no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.
El mejor modo de devoción es la imitación de sus virtudes. San José no juzga, tiene una fe inquebrantable, es obediente y está plenamente disponible para Dios.
Indiscutiblemente, San José durante toda su vida se vio enfrentado a situaciones que lo desbordaban, incomprensibles humanamente; las acepta humilde y reverente.
Si bien no comprende todo lo que está pasando, San José no hace juicios temerarios ni reproches; simplemente confía, pues sabe en quién ha puesto su confianza.
Ante el llamado de Dios, José actúa con prontitud. Todos los proyectos que tiene en su vida, ceden ante la misión a la que Dios lo invita. José acoge con alegría los planes del Señor.
¡Cuánto debemos aprender de él! Pidámosle que camine junto a nosotros custodiando nuestro camino.