“No hay ninguna dificultad que el amor no pueda superar;
ninguna enfermedad que el amor no pueda sanar,
ninguna puerta que el amor no pueda abrir.”
Emmet Fox
La mayoría de la personas creen que si resguardan el corazón, evitarán mirar su contenido de dolor. Durante muchos años, estaba convencida de que así era. Me mantuve ausente de la relación de pareja y me dediqué a avanzar personal y profesionalmente. Luego, el cortejo desnudo e inocente de un hombre logró evadir mis barreras.
La relación me puso en contacto con maravillosas partes de mi, y al cabo de un tiempo, también me relacionó con mis heridas. Todos hemos sido heridos de diversas maneras, y a veces, para sobrevivir al dolor apartamos la vista del propio corazón. Así nos separamos también del amor. Hace unos meses, la persona a quien entregué mi amor tocó sin ningún pudor una profunda herida, que mantuve guardada con cuidadoso celo.
La semana pasada, en el entrenamiento intensivo de Constelaciones Sistémicas (en Acapulco, México) oí decir a Stephan Hausner que sin importar el modo en que ocurra, quien más te ama es quien te hace crecer. No tengo dudas que fui muy amada. Nunca antes había recibido un impulso de desarrollo tan importante como me brindó esta experiencia.
Aún si tuviera el poder para hacerlo, no cambiaría nada de lo que viví en esa relación. La psicóloga estadounidense Bárbara de Angelis, una de las maestras más influyentes en el campo de las relaciones y el crecimiento personal dice: “El amor es una elección que hacemos momento a momento”. La pregunta es: ¿Qué es el amor para ti? A lo largo de mi vida he tenido distintas ideas acerca del amor.
Hoy día, me gusta describirlo como una fuerza creativa que nos inspira y nos provee de la valentía que se requiere, para ponernos en contacto con nuestra propia grandeza. El poder del amor nos hace ir más allá de los límites que nos achican y nos permite vivir cosas extraordinarias.
Paramahansa Yogananda dijo: “Describir el amor es muy difícil, por la misma razón que las palabras no pueden describir completamente el sabor de una naranja. Tienes que probar la fruta para conocer su sabor. Lo mismo pasa con el amor”.
En una época de mi vida, como tantas personas, buscaba el amor como si fuera algo ajeno a mi. Me sentía deficiente, carente e incompleta. Mi mirada estaba enfocada en el exterior, en lugar del interior. Un regalo maravilloso que me ha dejado el abrirme al amor es la certeza de que no he perdido nada. En el amor TODO es alegría y ganancia. Cualquier cosa que se experimente de otro modo es falso amor, un sentimiento del ego.
Ningún amor puede ser sano si estamos aún heridos. Hemos aprendido a ser amados condicionalmente: si nos portamos bien, nos comemos la ensalada, sacamos buenas notas, recogemos nuestra ropa, tendemos la cama o hacemos otras cosas consideradas y “correctas”. Llegamos a creer que si fallamos, no rendimos lo esperado, somos antipáticos, gordos, flacos, o cualquier otra cosa excluida del sistema al que pertenecemos, no somos dignos de amor.
Amarnos verdaderamente es un acto incondicional, sin ninguna razón. En este sentido, crecer puede ser visto como una travesía en la que vamos renunciando a nuestras ilusiones acerca del amor, para adentrarnos en el misterio insondable que éste abarca. No hay nada que necesitemos hacer para ganarnos nuestro propio amor, ni nada que podamos hacer para perderlo. ¿No te parece fantástico?
En una de sus ponencias del intesivo, que tenía por tema la “Salud sist,émica”, el Dr Hausner citó a su colega de la medicina Thomas Hübl, un maestro espiritual contemporáneo cuya presencia y generosidad de espíritu han inspirado y cambiado profundamente las vidas de cientos de personas en todo el mundo: “Todo lo que entra en relación puede sanar”.
La búsqueda del ego para ganar amor fuera de nosotros mismos, sólo nos congela o nos mantiene retraumatizados en el dolor que provoca el falso amor. Sanar el dolor que la separación de la Fuente nos ha causado, requiere de la medicina que contiene el propio amor.
El teólogo, místico y poeta sufí Rumí lo dijo hermosamente: “Tu tarea no es buscar el amor, sino buscar y encontrar las barreras dentro de ti mismo que has construido contra él”. ¿Te animas a hacerlo? Te garantizo que este camino te brindará la serenidad y el gozo que tu alma necesita para ser guíado por el Gran Espíritu.