Motorizado por el Estado de Israel, auspiciado por Estados Unidos, las Naciones Unidas aprobaron la resolución 1929 el cinco de junio último, que sanciona severamente a Irán con el propósito que desmantele su programa nuclear.

Con las honrosas disensiones de Brasil y Turquía y la abstención comprensible de Líbano, país cercado por el ejército sirio y la amenaza de un ataque fulminante del Estado de Israel, la resolución fue aprobada por Estados Unidos, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania.

Teherán, en la voz del presidente de la república islámica, Mahmud Ahmedineyad, sostiene que prosigue su programa nuclear con fines pacíficos, versión que Estados Unidos niega, azuzado por Tel Aviv, que teme una agresión atómica iraní, de conseguir producir una bomba atómica, un imposible, ilógico, porque una bomba atómica como la de Hiroshima y Nagasaki, de un kilotón, arrasaría a Israel, pero también la Franja de Gaza y Cisjordania, con su poder de destrucción de un radio de 150 kmts. cuadrados.

Resulta que Rusia lidera el arsenal nuclear con 12 mil ojivas, seguido por USA con 9,400, Francia con 300, China 240, Reino Unido 185, Pakistán entre 70 y 90, Israel 80, India entre 60-80 y Pytongyang 10. Pero eso no es peligro para USA. Irán sí.

Es decir, que todos esos países, incluyendo a Israel, pueden disponer de bombas A, pero Irán no. Sustentado en que no suscribió el Tratado de No Proliferación Nuclear, Israel interpreta evade cualquier restricción a su programa nuclear en el reactor del Neguev y su arsenal atómico.

El líder Fidel Castro expresó en sus reflexiones del nueve de junio último, que  Barack Obama y Benjamín Netanhiau planean un ataque relámpago a Teherán.

La coyuntura anti-iraní del presidente Obama abre un paréntesis expectante si Libya, Siria y Turquía del premier Racip Tayip Erdogan anuncian de repente que inician cada uno un programa nuclear similar al iraní. ¿Qué pasaría?