Por Susana Veras
Distinguirse y romper los esquemas a través de una vocación de servicio, sin prisas, ni alborotos y sin dejar de ser auténticos y de este mundo, son los propósitos de esta pareja que trabajan día a día para darles un mayor significado a sus vidas y a sus familias y por ende, a la comunidad que le rodea.
Los esposos Sandra Hernández de Espinal y José Manuel Espinal, conforman una pareja de estos tiempos, moderna, con hijos, con rutinas y cotidianidades y enfrentando las realidades con prudencia y paciencia. Es una mutual que tiene sus raíces en Santiago y que expande sus destellos a través del servicio a los más necesitados o a muchos, que aún con grandes riquezas, no descubren la alegría de saber que existe un Dios vivo, que mueve cada paso de nuestras vidas.
Pero este compromiso o condición, no los hace diferentes a nadie, ni a ninguna pareja en especial. Sólo es un motivo que les ha permitido ser mejores seres humanos, mejores padres y mejores amigos y convertirse en propulsores de las realidades que nos rodean y un mundo que necesita que alguien le tienda la mano.
Un momento especial unió coincidencialmente a Sandra y a José Manuel, quien desdichadamente perdió a su hermana Sonlage, tiempos que recibió de Sandra gran apoyo. Desde ahí comenzaron a contar sus historias en las mismas líneas.
Como eje central y soporte de sus acciones está Dios y es por eso que mantienen una estrecha vinculación como voluntarios, con la coordinación y organización de la Hermandad de Emaus, entidad vinculada al Arzobispado de Santiago y que tiene como parte de sus objetivos ayudar a parejas o personas de forma individual, a mejorar sus aptitudes en la vida, aceptando a Jesús como guía principal y servir desde cualquier renglón, a las personas más necesitadas.
Por su procedencia familiar, tanto Sandra como Manuel se mantiene ofreciendo servicios para mejorar las condiciones de vida de grupos específicos de la región.
Los padres de Sandra son Amalia Vázquez y el reconocido doctor Anselmo Hernández, apreciado en la comunidad médica por sus años de trabajo y sus aportes a la comunidad.
Sandra labora como bionalista junto a su padre en la Clínica Hernández, donde ha aprendido más que un oficio profesional, un intercambio con gente que busca respuestas a sus padecimientos de salud. También participa como Voluntaria en los Comedores de los Salados, donde tiene contacto con cientos de personas que residen en zonas populares de la ciudad y que iniciara la visión altruista y humanitaria del sacerdote Ramón Dubert.
Mientras, José Manuel es hijo del diácono Manuel Antonio Espinal y Altagracia de Espinal (Don Manolo y doña Tatica), considerados como dos promotores de la preservación de los valores familiares. Su residencia es frecuentada por la afabilidad y buen trato a quienes tocan sus puertas
Sandra y José Manuel tienen 18 años de casados y la llegada de sus hijos Alberto y Manuel José, de 18 y 13 años respectivamente, han sido momentos muy especiales y memorables como pareja.
Sandra es muy responsable y muy honesta, tan honesta que a veces duele y su tolerancia es tal, que a veces no sé si es una virtud o un defecto, pero me ha dado la felicidad no sólo como pareja, sino como amiga, madre, mujer y al momento de unir nuestras vidas sabía que realmente era lo que buscaba, dice José Manuel.
Manuel es amante de la naturaleza y de todas las prácticas deportivas y de entretenimiento que estén vinculadas con la misma. Por esta razón, son normales pasadías en los campos, salidas en bote por alta mar, paseo a caballo, en motores todo terreno en fin, todo lo que me una a la naturaleza y principalmente a su gente, que valora la amistad, que vive llana y sencilla, que aún reside en nuestras zonas montañosas, en áreas recónditas, con quienes podemos compartir y crecer de una mejor manera dice José Manuel.
Según Sandra, valora la quietud y fortaleza de su esposo, el amor que le tiene a la naturaleza y su sencillez. Es callado y muy cariñoso.
Por asuntos laborales deben mantenerse alejados por varios días y al regreso siempre se tienen novedades porque pese al tiempo, se extrañan y a su juicio, esta pequeña distancia, ha sido de gran valía.
Para ambos lo más importante es mantener el ritmo ascendente de crecimiento espiritual y de entrega y tratar de inculcar en sus hijos el valor que tienen las cosas y cómo las mismas se pueden ir de la noche a la mañana.
Se sienten afortunados y felices y dispuestos a superar todas las pruebas planteadas, porque existe el amor profundo.