Las aguas cristalinas del río Ozama que fluyen de la Loma Siete Cabezas en la comunidad de Yamasá van tornándose totalmente contaminadas al desembocar en las aguas del Mar Caribe. Esta contaminación es provocada por el vertido directo de aguas cloacales que hacen industrias ubicadas en el gran Santo Domingo y que operan sin cumplir con normas de protección al medioambiente tales como aquellas que ordenan la instalación de planta de tratamiento de aguas residuales para ciertas operaciones manufactureras.
El sector residencial también aporta cierta cuota de contaminación al río Ozama a través del depósito de excretas y desechos sólidos, que ante la ausencia de facilidades institucionales para administrar los mismos, se ven obligados a usar el caudaloso río como destino final.
Durante décadas hemos leído y escuchado sobre planes para sanear el río Ozama y algunos incluyen hasta el Isabela, sin embargo, éstos no han sido más que esfuerzos de relaciones públicas usados por alcaldes, ministros y otras instituciones que han visto en ese tema un pie de amigo para levantar su caída imagen en determinados momentos.
Una vez más se nos habla de otro intento para sanear el río Ozama. En esta ocasión parte de la oligarquía dominicana se ha interesado en ese proyecto y para ello ha tratado de santificar su participación integrando al premio Nobel de la Paz Mohan Munasinghe, quien sí ha demostrado compromiso con la protección y saneamiento de los ríos, pero vemos con suma preocupación la exclusión de actores institucionales que históricamente han jugado un papel protagónico en ese tema.
El saneamiento del río Ozama no puede ser concebido sin la integración de los actores sociales que desde las bases de la comunidad deberán ser impactados por cualquier proyecto serio que se ejecute en la margen oriental y occidental del referido río.