Sangre casera y callejera

Sangre casera y callejera

SERGIO SARITA VALDEZ
Desde que inició sus labores en 1989 el Instituto Nacional de Patología Forense tiene en su haber más de 25,000 autopsias y en los últimos cuatro años ha mantenido una media mayor de 1,500 necropsias anuales. Al completar los dos primeros meses del 2008 se han realizado 315 experticios médico forenses, equivalente a más de 5 procedimientos diarios. Dicha institución viene a ser a manera de termómetro acerca de la mortalidad en la zona capitalina.

Revisando las circunstancias bajo las cuales han fallecido las personas autopsiadas en lo que va de año, nos encontramos con las siguientes cifras: más del noventa por ciento de las víctimas son masculinos jóvenes de extracción humilde. Han muerto a balazos en la calle tras encuentros con agentes policiales, víctimas de asaltos, baleados por desconocidos, discusiones por accidentes vehiculares, riñas, o simplemente han sido levantados desangrados del pavimento sin que se sepa quién, cuándo y cómo fueron fatalmente heridos.

Otros desafortunados murieron en sus casas tras altercados con familiares o amigos por motivos pasionales, intercambio de frases groseras, o reclamo de pago por dinero adeudado. El resto ha fallecido en lugares de esparcimiento mientras ingerían bebidas alcohólicas. Las armas blancas constituyen el segundo instrumento de muerte más frecuentemente utilizado para llevar a cabo los asesinatos. Los fines de semana y las noches acumulan el mayor número de víctimas.

En los fallecimientos accidentales mantienen la delantera los percances vehiculares, seguidos por los ahogamientos y los accidentes en las construcciones. La depresión y la soledad circunstancial acompañan los suicidios. Las muertes súbitas, maternas e infantiles completan el total de muertes. El SIDA, la tuberculosis, las infecciones de origen hídrico, las virosis respiratorias, el cáncer y las hepatopatías crónicas saturan la tabla de causas básicas naturales. Duele verse obligado a tener que admitir lo prevenible de muchas de estas dolencias. Más lamentable resulta saber que algunos de estos decesos ocurren en bellas damas que pretendiendo lucir más hermosas se someten a cirugías estéticas que terminan en tragedia.

Para reducir eficazmente las tasas de mortalidad y mejorar las expectativas de vida en la población debemos reflexionar desapasionadamente y sin lentes de color acerca de cada uno de los factores responsables de conducir prematuramente a las tumbas a decenas de miles de dominicanos. Nada es real hasta que es local reza un viejo adagio. Es cierto que son los pobres quienes aportan la mayor cantidad de muertos al almacén de víctimas mortales que se registran. No por eso debemos olvidar que no solamente mueren pobres sino que también crece la cuota de gente de las capas medias, y que ocasionalmente se cuela uno que otro ubicado en los reducidos estratos superiores de la escalera social dominicana.

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