¡Santa Claus existe!

¡Santa Claus existe!

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Santa Claus existe, los Reyes Magos también, negarlo sería negar también la existencia de la electricidad, las ondas hertzianas, el electromagnetismo y una cantidad más de fuerzas y energías que hacen mover a toda la humanidad marcando incluso su desarrollo. Sin embargo, hay gente que no solamente niega la existencia de Santa Claus, sino que hasta rechaza que el hombre haya llegado a la Luna.

Veamos. ¿Alguien puede ver las ondas de radio que traen sonidos hasta nuestros aparatos de radio y televisión? Nadie las ve, pero existen, se mueven, nos traen sonidos e imágenes. ¿Alguien puede ver el rayo que desde un control hace mover un carrito en todas direcciones y a diferentes velocidades? Nadie lo ve, pero ese rayo existe. Esas energías, aunque no las veamos, existen e influyen en las personas llevándolas a actuar, a moverse, a trabajar, a producir, a conducirse en grupos y comunidades, a asociarse en organizaciones y a cambiar el orden de las cosas atendiendo a sus necesidades.

Todos los años, al final de cada año, nos llega una influencia que todo el mundo siente, aunque muchos rechazan. Esa influencia nos hace necesitar de los demás y de algunas personas en especial. Esa influencia, esa energía, nos despierta un sentimiento que no sentimos en ningún momento del resto del año. En esa época, en Navidad, nos invade una influencia que mueve los sentimientos más humanos e interiores de toda la gente.

Pero esa energía se manifiesta con mucho mayor fuerza cuando se dirige a los niños. Es decir, esa influencia, cuando se proyecta desde los adultos hacia los niños, aumenta en fuerza, intensidad y movimiento, generando acciones. Es una especie de onda eléctrica que nos impulsa, que nos activa, y que nos hace desear tener mucho para dar mucho más. Es una fuerza que nos plantea regalar aun sin esperar recibir. En esta época quisiéramos tener esa capacidad de compra que se promueve en las tarjetas de crédito, pero no para todo el mundo es posible.

No obstante, sí lo sentimos. En la mayoría de los casos las personas –movidas por esa fuerza que no logran comprender– realizan esfuerzos mayores que los que acostumbran en el resto del año para lograr alguna capacidad de compra y adquirir objetos para regalar. Con los niños esos esfuerzos se multiplican. Es por eso que el Día de Reyes es el día de mayores gastos en todo el país, porque no hay forma de librarse de ese deseo de regalar, tanto a los hijos como a los sobrinos, ahijados y a todos aquellos diminutos amigos y amigas que a veces ni conocemos.

Todos sentimos, desde los primeros días de diciembre, cómo esa “electricidad” va tomando cuerpo y cobrando fuerza en nuestro interior. Aunque no tengamos la capacidad, pensamos en la posibilidad de comprar cosas para regalar. Esa energía interior no puede negarla nadie, salvo aquellas personas que han conseguido tal deshumanización que se han vuelto inmunes a las influencias del medio natural. Esa energía no la vemos –como ocurre con la electricidad, las hondas hertzianas y el electromagnetismo- pero la sentimos y nos hace pensar y movernos, aparte de hacernos sentir inmensamente bien y hasta felices. Mucho más felices nos hace sentir cuando regalamos, mucho más felices aún que cuando recibimos.

Pues esa energía, esa fuerza que llega en diciembre y que poco a poco se aposenta en nuestro interior, tiene un nombre. Se le llama Santa Claus, y por tanto existe. Existe porque genera emociones, movimiento, trabajo, actividad y finalmente se materializa en objetos, en regalos. En otros países tiene nombres diferentes: San Nicolás, Papá Noel, La Befana, los Reyes Magos y otros nombres, pero es la misma energía, la misma fuerza la que mueve a toda la humanidad que la recibe.

Posiblemente, por el hecho de que esa energía nos llega con los vientos fríos que arrancan desde el Polo Norte, es que se dice que Santa Claus vive en esa región. Parecería que esa creencia estuviera asociada a la energía magnética que también tiene su centro de atracción en esa zona, siendo ésa otra de las energías que no se ven pero que innegablemente existe, y ahí están las agujas imantadas de las brújulas para demostrarlo. Entonces, ¿por qué no creer en esa otra energía que se ha nombrado Santa Claus o alguno de sus otros nombres y que nos hace entrar en tanta actividad en diciembre?

El hecho de que no podamos canalizar esa energía y transformarla en regalos es el mismo hecho de que tengamos electricidad en la casa pero carezcamos de un televisor, un radio o un abanico para usar esa electricidad. La energía existe, pero a veces no podemos ponerla a funcionar. Pero existe.

Santa Claus existe, y eso deben saberlo todos los niños. Se les debe explicar que así como la justicia está representada como una mujer con una espada y una balanza, no es ella la que se aparece en donde sea necesario aplicarla, sino que es la acción de los hombres, empujados por la justicia la que se acciona. Y es la acción de los hombres movidos por esa energía llamada Santa Claus, la que los hace activarse para que aparezcan millones de juguetes y regalos para los niños de todo el mundo. Santa Claus existe. No hay duda de ello.

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