Santa Claus reemplaza al niño Jesús

Santa Claus reemplaza al niño Jesús

Ya en la vorágine de la última semana de las actividades pre navideñas de compras compulsivas y actividades sociales por doquier, el mundo, después de la caída del comunismo en 1989, se encuentra atrapado en su propia acción del materialismo desenfrenado con un capitalismo arrollador que no quiere perder su hegemonía pero de repente está en peligro y busca por todos los medios frenar su colapso después de lo ocurrido en el sistema financiero mundial.

El ejército de cerebros capitalistas se asustaron por el derrumbe de los imperios financieros mundiales con el fallo de sus teorías destinadas a buscar un mundo post capitalista del gasto innecesario para fortalecer a las industrias desde las de automóviles y aviones hasta las de muñecas Barbie, o sea la revolución del bienestar. Al mismo tiempo hay todo un proceso definitorio de la tendencia de derrotar lo que se celebra en este mes, para volver a la tradición pagana de los romanos antes de Cristo, desterrando al niño Jesús de los sentimientos universales y entronizar al generoso anciano norteño de Santa Claus.

No hay dudas que el cristianismo está en desventaja con las intenciones sólidas de tergiversarlo. Y pese a los desbarajustes económicos de los últimos meses, no hay re-capacitación y propósitos de enmienda, sino que se mantiene sólido el proceso de que el gasto desorbitado de la temporada catapulta el capitalismo con el surgimiento de nuevas creencias, apartadas de lo que hace más de dos mil años el hijo de Dios quiso entronizar en la tierra que era un reino de amor para la redención de la humanidad.

Ya es difícil encontrar en las tiendas de efectos navideños los nacimientos, o pesebres o belenes. Por doquier solo aparecen las figuras del trineo, los renos, Santa Claus, los árboles de Navidad con muchas luces, flecos, bolas y campanas, mientras las mansedumbre de un humilde recién nacido en un pesebre ha sido desterrado y su lugar va alojándose en los rincones de las Iglesias. Son hermosas las recreaciones de los belenes que todavía, para las viejas generaciones, representa un motivo de visitar los templos para contemplar la ingeniosidad de los pocos que se esmeran y empeñan en mantener vivo el motivo de las Navidades. Por otra parte, los edificios se cubren de luces, árboles, trineos, campanas, bolas y de santas que apabullan lo que los Padres de la Iglesia quisieron hacer para desterrar el paganismo de los romanos con sus fiestas saturnales del Sol y el intercambio de regalos para que fuera el recuerdo del nacimiento del Hijo de Dios en esa fecha, de forma que quedara instaurado casi como una seguidilla de lo que el imperio romano celebraba con motivo del inicio del Invierno y final de las cosechas.

La Navidad está siendo arropada con más velocidad en el presente siglo por el materialismo que impulsa un neoliberalismo maltrecho por el derrumbe financiero capitalista. Existen las presiones de la búsqueda de riquezas y del bienestar material sin concentrarnos en los valores espirituales y morales que el Hijo de Dios predicó en las áridas tierras de Palestina y que todavía conserva todo el frescor de algo no entendido, ni mucho menos aplicado como conducta y forma de vida.

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