Santiago 1970

Santiago 1970

Julio González nos abisma en el recuerdo del primer Santiago de América que meció nuestra cuna, en un perfil gráfico excelentísimo de los años 70 de la centuria que apenas rebasamos, en 307 páginas en las cuales volvemos a calcar los pasos por todas sus calles en nuestra niñez, adolescencia y ya hombre.

En su formidable obra gráfica el Santiago de los 70, Julio González se yergue en un cicerone gráfico de grandísima valía, porque nos refleja a Santiago de los Caballeros cuando aún el desborde del permisivismo estatal no había desfigurado su entorno pulcro y respetuoso.

La monumental obra en santiago grueso, blanco y negro, que debió disponer del patrocinio de una de las grandes firmas sociales industriales, y Julio González, su gran logro aparte del conjunto de gráficas, permite apreciar a un Santiago de los Caballeros que aún a una treintena de años no ha modificado grandemente su casco central, aunque los suburbios han desbordado aquella referencia pequeña y gratísima que disfrutamos con enormes fruición espiritual a partir de los años 50 de la clausurada última centuria.

Con un premio del historiador nóbel Edwin Espinal Hernández, pero que bien pudo redactar su autor por conocer el entorno santiaguense mejor que su prologuista, esta obra de consulta permanente para comunicadores, historiadores, arquitectos, planificadores urbanos, paisajistas, estudiantes, sociólogos, antropólogos, arqueólogos y curiosos, atesora en verdad un conjunto de referencias enjundiosas y harto valiosas.

Permite apreciar, de pronto, que la estructura arquitectónica de Santiago de los Caballeros sigue siendo predominantemente en su casco histórico de madera, forrada de zinc, referencia de que primero, fue consecuencia del arrasamiento de nuestros recursos forestales que no se resarcieron nunca por sus depredadores y/o beneficiarios, y que para colmo, en un país inaudito y suigeneris, un parque nacional ostenta el nombre de uno de esos personajes inefables.

La indigencia, el ruralismo, las referencias del subdesarrollo rampante, son captadas por la lente de Julio González como sin proponérselo, pero testigos inocultables de un marasmo y un rezago penoso, que a esa altura a nueve años del ajusticiamiento del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo y hoy a 43, esa referencia ha variado sustancialmente en algunos aspectos de desarrollo magroeconómico en la referencia de las zonas francas industriales en lo cual Santiago de los Caballeros es un enclave formidable.

No así en el descuido edilicio del aseo, la arrabalización del entorno, la promiscuidad de la cultura buhonera que invade los espacios con el chantaje de ser padre de familia, una sugestión que parece hasta producir apnea en los ejecutores municipales.

La carretilla, el burro, la carreta, la bicicleta de canasto como la usaba Milito con sus botifarras colosales a principio de la década de los años 50ta., los motores, carros desvencijados, motonetas, estanquillos de paleteros, «burros» de billetes y quinielas, coches tirados pro dos caballos y quitrines por uno, la ruina de la mayoría de las casas de madera perforadas por la inclemencia del tiempo y las alimañas, pertilan las gráficas de esta obra de una labor incomensurable y de inspiración para desarrollistas urbanas, artistas, escultores y hasta políticos serios, si es que los hay.

Culmina Julio González su formidable producción gráfica en una obra que me atrevería definir de «texto», con la referencia del Yaque del Norte, el otrora Nilo dominicano, hoy una cloaca nauseabunda y altamente polucionada, saudade de un cauce de agua que bañó de felicidad nuestra adolescencia y que hoy es motivo subido de sollozo, que se une a un aquelarre de despropósitos ciudadanos en que Julio González, en esta obra, nos resume, y que puede generalizarse en toda la geografía nacional en todos sus pueblos y ciudades.

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