Santiago de la Fuente sj – Lo que los obispos no dijeron en su mensaje

Santiago de la Fuente sj – Lo que los obispos no dijeron en su mensaje

El pasado 25 de noviembre los obispos dominicanos dieron a conocer un mensaje que tuvo un gran eco en la opinión pública. No en vano recogía lo que una mayoría del pueblo dominicano piensa y siente sobre la situación nacional. Lo que dijeron y pidieron, es consenso nacional y amerita ser tenido en cuenta, si se quiere salir de la crisis.

Esto no impide que en lo que han dicho hay cosas que tienen una segunda lectura, complementaria, cuya explicitación creemos de gran importancia si realmente no se quiere perpetuar la crisis en el futuro. Hay en el mensaje enfoques, frases concretas, -tanto en lo que se dice, como en lo que se pide y exige- que son aplicables no solo al Gobierno y a los causantes inmediatos de la crisis actual, sino también, en otro nivel a muchos otros sectores de la población. Sectores que se dicen víctimas inocentes de la crisis, pero que en su momento abdicaron reiteradamente de sus obligaciones cívicas, y que tienen una gran responsabilidad para generar alternativas mejores en los años futuros.

El mensaje no tiene explícitamente un destinatario concreto. Pero es obvio, por su contenido, que su reflexión, peticiones y exigencias están dirigidas casi exclusivamente al Gobierno, y a las dirigencias políticas más ligadas a su modo de «gerenciar» al país. Y al final invitan a todo el pueblo dominicano a unirse en oración, por la superación de la crisis. Para un lector superficial ellos son los malos y el resto somos buenos, victimas indefensas, exonerados de toda responsabilidad.

Si somos objetivos, la responsabilidad de la crisis actual está ciertamente en el gobierno y en las cúpulas fácticas en un 80%, no mas, y en la sociedad civil, en Juan Pueblo el 20% restante. Pero la responsabilidad de lo que pase en RD dentro de 5, 10 o 20 años será responsabilidad en un 80% de los que ahora nos lamentamos, de que produzcamos, o no, alternativas mejores a lo que ahora rechazamos, y el 20% restante será del gobierno y los grupos dirigentes de turno.

El mensaje empieza con un reconocimiento dolorido: «De nada sirven ya ni las lamentaciones, ni las explicaciones. Ambas prácticas están agotadas».

Por eso, quede bien claro, no es hora de limitarse a «meros» comunicados y mensajes. En decirle cosas a los que han demostrado una y otra vez que no tienen voluntad ni capacidad de escuchar.

Dicen, «No podemos permitir que el país se hunda. Estamos a tiempo».

A la corta, para el futuro inmediato, los ciudadanos de a pie poco podemos hacer. Pero para el futuro, a medio y largo plazo si podemos hacer mucho, y ciertamente mas que los que nos gobiernan ahora. Por eso para ese futuro, si realmente lo queremos mejor, tenemos que empezar ya a «producir» alternativas de mejores ciudadanos y relevos cívicos y políticos más confiables, que nos permitan, a medio y largo plazo, evitar que la crisis continué y se prolongue en el futuro.

Pero para eso hay que hacer caso al que decía el otro día a un grupo de desahogo patriótico, «Lamentadores dominicanos, dejen de lamentarse. Organícense y empiecen a crear hoy alternativas, para que dentro de unos años tengan mejores gerentes del país, si realmente desean tenerlos. Y si no, cállense».

Afirman que «Lo que se impone son acciones inaplazables, eficaces y drásticas para salir del hoyo en que estamos metidos. No esperemos que las causas externas desaparezcan o mejoren y enfrentémosla creativamente y eliminemos las causas internas, las nuestras».

El mensaje está firmado por los obispos dominicanos, en su calidad de tales, y no como simples ciudadanos. La reflexión y exigencias están dirigidas prácticamente sólo al gobierno. Y, en el mensaje, no hay en él una invitación a los responsables nacionales y diocesanos de los Grupos Eclesiales -que son el cuerpo de élite de la Iglesia- para que reflexionen sobre la situación nacional,

sobre la inserción de su vida cristiana en la vida publica nacional, sobre como ayudar a mejorarla, sobre como participar mejor en la promoción y gestión del bien común de la sociedad, que es una dimensión de la caridad que pide el evangelio. (Nos consta que en ciertas diócesis, parroquias y grupos eclesiales concretos vienen haciendo esta reflexión desde mucho antes de la publicación del Mensaje).

Solo al final, les piden a los cristianos- que son la reserva moral del país- que mediten en ambiente de oración sobre lo dicho y que recen para que podamos salir de nuestras dificultades.

En el mensaje se dice: «Analizando a fondo la situación, es evidente que la raíz de nuestros problemas mayores esta en el deterioro económico, agudizado progresivamente».

Puedo estar equivocado, pero el deterioro económico no es la raíz de la crisis profunda de RD, sino una de las consecuencias de la misma. La raíz es la irracionalidad y la complicidad de muchos dirigentes y su impunidad judicial. Matriz arrastrada de nuestra cultura, en todos los niveles, y llevada ahora a la máxima expresión.

Si no hay reingeniería de nuestra cultura, de los valores, actitudes, costumbres, modos de relación con uno mismo y los demás, así como con la gestión del bien común, además de la con-versión del corazón, nuestras crisis continuaran. Conversión y reingeniería que hay que promover en los ciudadanos de a pie y en las cúpulas «dirigentes». Y también en los que se consideran víctimas inocentes y en los adictos a las catarsis, que no van más allá de comunicados y lamentaciones «auto-complacientes».

Reingeniería y conversión en la que la Iglesia y los grupos eclesiales tienen mucho que aportar si alguna vez se deciden a hacerla. No en vano el evangelio, la vivencia cristiana, es el mejor aliado para promover la fraternidad si se vive como levadura en la masa, y no fuera de ella.

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