Para que una ciudad prospere, necesita de munícipes que la quieran, la respeten, la admiren y la entiendan. Además, los que la administren deben tener los conocimientos suficientes para proyectar el desarrollo ordenado de la urbe. No se puede dirigir una ciudad si lo que se tiene a mano es una formación arrabalera. ¿Cómo respetar la ciudad si no la comprenden?
La plaga de la politiquería ha contribuido a que los síndicos y los regidores de la inmensa mayoría de los municipios dominicanos hayan saqueado los dineros destinados a ser invertidos en servicios para toda la población. Mientras, las ciudades y los pueblos se convierten en un solo caos: de uso del suelo, de tránsito, de basura, de insalubridad, de delincuencia y de inseguridad. La sociedad civil es, sin temor a equívoco, el único sector que, con gobiernos negligentes, puede y debe salvar a las ciudades del deterioro constante a la que la han llevado los partidos políticos y sus dirigentes. Y sociedad civil es todo aquello que no actúe basado en la corrupta politiquería que ahora nos arropa.
Santiago de los Caballeros parece que está tomando el camino de rescatarse a sí misma a partir de la concepción de un proyecto unificado. Constituyen actualmente un núcleo donde participan el gobierno local, los empresarios, la sociedad civil y algunos departamentos dependientes del gobierno central. Quizás los políticos santiagueros se integran por la cercanía de las elecciones de medio término y temen ser desplazados. Pero no importa. Lo realmente interesante es que por alguna vez en la vida se hayan dispuesto a contribuir a restituir a la hidalga ciudad la superior calidad de vida que siempre tuvo en comparación con el resto del país.
Una década atrás, cuando se crearon y consolidaron las Autoridades del Transporte en Santo Domingo y en Santiago, respectivamente, se destacaba lo productivo que resultaba trabajar junto a los santiagueros. Sobre todo porque viven orgullosos de su ciudad y de su región. En cuanto a los administradores de la ciudad, los santiagueros han tenido mejor suerte que la capital, la sufrida Santo Domingo que, en décadas recientes, ha sido puesta en manos de funcionarios ignorantes, faranduleros y cómicos.
En la capital cibaeña da la impresión de que la sociedad civil está asumiendo el predominio de la nueva visión y de ahí surge la visita de Jaime Lerner, el mundialmente reconocido urbanista. Acompañado de cuatro asistentes brasileños intercambió opiniones y criterios con todo aquel que sintiera algún tipo de pasión por la hidalga ciudad. Los que estuvieron allí percibieron, sin dudas, un cambio de actitud del grupo dirigencial de la región en relación con años anteriores. Luce que podría estar iniciándose una nueva etapa de progreso en una ciudad que siempre fue orgullo nacional.
Sobre todo, dio la impresión de que la hidalga ciudad podría estar dando los primeros pasos hacia impartir nuevas y gratas lecciones al resto del país. Parecen estar dejando de golpear con la mano abierta en la que cada institución actuaba por su lado como más le convenía. Ahora, cierran el puño trabajando todos a una con un solo propósito: el de que Santiago vuelva a ser Santiago. Quizás los políticos se suman a este esfuerzo de manera oportunista presionados por la pujante actitud de la sociedad civil encabezada por el Consejo para el Desarrollo Estratégico y la Asociación para el Desarrollo Incorporado (APEDI). Mas, no importa. Lo importante es que estén allí ayudando a demostrar que cuando todos se unen, todo se puede.
Cuesta mucho dinero y esfuerzo corregir las idioteces de la politiquería. Algunas veces salen más costosas que lo que se gastó en construirlas. Es preciso cerrarles el paso a los vendedores de complejidades y lujos que cuestan mucho dinero. La corrupción siempre tiene mucho que ver con esas propuestas. Ojalá poder pronto decir que agosto de 2009 fue el punto de transición del futuro de Santiago. Tanto por la sólida unidad de sus dirigentes, como por la visita de Jaime Lerner y sus brillantes asistentes quienes, junto al Plan Estratégico y APEDI contribuirán a frenar el deterioro y la irracionalidad del desarrollo de las ciudades dominicanas. Llegó el momento de la acción coordinada.