Son modelo de hermandad, servicio, sencillez, religiosidad, estudio.
Representan el apoyo social, humano, intelectual a comunidades vulnerables de Santo Domingo: ensanches Capotillo, Luperón, María Auxiliadora, Villas Agrícolas, Cristo Rey, Sabana Perdida, Villa Mella.
Entre otras a las que asisten hasta que la noche lo permite, aunque a veces el padre Ramón Ozuna Cedeño desafía las tinieblas para llevar los Santos óleos a un agonizante o el bautismo a un infante moribundo.
El clero diocesano no cuenta con hogar para sus sacerdotes y ellos han constituido la parroquia Santo Cura de Ars en lugar de acogida.
Puede leer: Juanita Rodríguez, testigo del apresamiento Huáscar Tejeda
Son cinco eclesiásticos que viven a plenitud su fe y proclaman el evangelio no solo desde la Duarte con Nicolás de Ovando, donde están ubicados, sino que salen a predicarlo a pesar de sus múltiples funciones pues son párrocos en otros templos.
Licenciaturas, maestrías, viajes, vasta experiencia docente y otros variados conocimientos no alteran su humildad.
Sinsabores y problemas cotidianos no perturban su alegría. Las múltiples ocupaciones no roban tiempo a sus visitas al Santísimo o al oratorio dedicado a monseñor Oscar Arnulfo Romero, obispo de la opción preferencial por los pobres.
Pedro Vásquez, Ozuna Cedeño, Julio Acosta (Julín), Rafael Leonidas Vargas Florentino, Nelson Acevedo Betances, se asemejan a sus modestos feligreses hasta en la sencilla y común indumentaria.
Muchos pensarán, al verlos, que proceden de los mismos barrios por el t-shirt de color encendido, la chacabana multicolor que parece armada a retazos o la franela invariable del padre Julín. Casi todos usan sandalias.
En su indumentaria no hay lino, ni sedas, ni marcasafamadas.
No invaden el ambiente con el olor de colonias exquisitas. Santo Cura de Ars es su domicilio, en el que también acogieron a los padres Antonio Méndez Riviere y Pedro, haitianos que partieron, el primero a Yamasá,
Lobotao, y Pedro a su país. Méndez sirvió en San Isidro y La Zurza.
“Aquí apoyamos a la comunidad haitiana, que oficia la misa en creole, los acogemos, tenemos un sacerdote haitiano, ofrecemos catequesis en creole y administramos todos los sacramentos.
Ellos celebran su fiesta nacional en el patio”, explica el padre Nelson, párroco y director regente del colegio. Reconocen y recuerdan a Guillermo Rodríguez y Abraham Apolinario, pasados párrocos, por sus obras físicas y de difusión cristiana.
“Apolinario remodeló el templo, organizó la parroquia… Aquí solo se decían misas y existían grupos tradicionales. Apolinario trabajó mucho en sus once años”, expresa
Huellas de Acevedo
Estos cinco pastores de almas cumplen sus promesas de celibato y obediencia ante Dios, el obispo, la comunidad.
El padre Ramón Ozuna conoce a profundidad las necesidades de los más pobres.
Es nativo de María Auxiliadora y ha sido párroco en el ensanche Espaillat, Villa Mella, parroquia Santa María Mazarello y es capellán del hospital Francisco Moscoso Puello. Comparte misas con el padre Acevedo.
La Eucaristía se celebra todos los días a las 6:00 p.m. y los domingos haycuatro, una de ellas en creole oficiada por un clérigo haitiano.
Pese a que todos son maestros escolares o párrocos en otras comunidades, también evangelizan, hacen promoción social, retiros, cursillos, servicios a centros de salud y tienen escuelas para laicos de la zona.
Pero también poseen especialidades seglares. Rafael Vargas y Pedro Vásquez están en el colegio como maestros.
Pedro Vásquez, que es párroco en el ensanche La Fe, es subdirector y Vargas, que ha sido párroco de múltiples parroquias, algunas en sectores exclusivos, cursa una maestría.
“Vargas ha recorrido todos los estratos de la sociedad”, afirma Acevedo, quien es vicario de la Pastoral Educativa y fue docente en el Seminario y en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Para no abundar en sus dones y gracias resumen: “Todos visitamos enfermos, vivimos la realidad de la parroquia, cada sector tiene un equipo de ministros y reportan si necesitan ayuda”.
Tienen varios pensamientos que les sirven de inspiración.
Hay uno, sin embargo, que han asumido con particular entusiasmo, que se ha convertido en su lema de batalla: “Vivir la realidad del día a día”.
El comedor es lugar de encuentro después de los rezos matinales. Intercambian en alegría y comparten yuca, guineítos verdes, huevos revueltos, sandía y café que con amor les prepara Ana, servidora del templo.
Viven la pobreza. Ozuna, el taciturno, que bendice la mesa en un santiamén, come frugal y desaparece veloz como un rayo, hace un gran esfuerzo para definirse: “Soy del clero bajo”.
El padre Julio Acosta, “Julín”, es el “maestro y consultor”. “Julín es el maestro, consultor y amigo”, confirman. Lo consideran la eminencia discreta.