Santo Domingo: Derechos
humanos, derecho a la ciudad?

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AMPARO CHANTADA
El síndico Roberto Salcedo no puede negar su antigua profesión. Hay que ser un cómico profesional para proclamar la necesidad que tienen las autoridades de convertir a Santo Domingo en una ciudad competitiva, siendo Santo Domingo una ciudad sin alcantarillado, sin energía eléctrica, sin sistema de transporte, que se inunda además a la primera lluvia.

Lo cito: «donde los espacios públicos deben ser usufructuados libremente por todos sus residentes y visitantes » es, según él, lo que motiva al Ayuntamiento del Distrito Nacional a ejecutar su política de Defensoría del Espacio Público con la descontaminación visual. Por eso derriba y desaloja de construcciones y negocios ilegales las calles e inició el rescate de la avenida Duarte. Cómico no hay otras palabras. En una ciudad tercermundista, gobernada por un golfista que quiere que lo llamen « Alcade » el síndico no consulta con nadie, no habla de su exiguo presupuesto y de la absoluta falta de imaginación de su equipo, para no ser demasiado crítica hacia un equipo que desconoce el ordenamiento del territorio, las políticas urbanas, que no interviene en los barrios pobres, desconoce el alcance de la participación ciudadana, dejando a la oficina de Planeamiento Urbano la aprobación de proyectos que siembran la capital de torres, como si la competencia ahora fuera por el espacio vertical.

Afirmó que a todo ciudadano le asiste el derecho de transitar libremente y con seguridad por las vías, sin el peligro que representa la instalación de un cilindro de gas en las calzadas. Alrededor del Palacio Presidencial de México arden las frituras en la nariz del presidente Calderón, nuestro síndico parece padecer de alergia y de amnesia, ya que el propio Presidente de la República se crió en un barrio donde el olor a longaniza y a bofe calma el hambre en todas las esquinas.

Uno se pregunta si el síndico se pasea por la avenida Kennedy y si no sabe que una tienda importante de la capital y de Santiago ocupa completamente la acera, lo que obliga al ciudadano a caminar en la calle. En cuanto a la descontaminación visual, no deja de preocupar la instalación en toda la capital de las vallas gigantescas de Flamingo y Colorín, que además de contaminantes visuales groseras, constituyen un peligro para la población, ya que todos los temporales o ciclones las han derrumbado y torcido. Además, uno se pregunta cómo a estas alturas de su gestión, todavía el señor sindico confunde espacios públicos y aceras y reduzca sus actividades en entorpecer las iniciativas de las familias más pobres, ya que sus 94 km2 de territorio son compartidos en su gran mayoría por familias sin trabajo y que deben obligatoriamente dedicarse a una actividad del servicio informal.

Es que el señor síndico cree que todos jugamos golf o montamos patinetas en el Mirador Sur? No sabe el señor Salcedo que la informalidad es una regla general a todas las ciudades latinoamericanas, no ha aprendido todavía el señor Salcedo de los síndicos de Bogotá o de Curitiba, de Caracas o de México? La tarea de un síndico de América Latina es de fomentar las iniciativas y no entorpecer la vida de la gente. ¿Por qué el señor síndico no se ataca a los solares baldíos y a los enormes hoyos de la capital, los grava de impuestos que obliguen a sus dueños a venderlos o urbanizarlos? Además, quién aconsejó al síndico la siembra de palmas en una ciudad que no baja de los 30 grados Celsius, contribuyendo así a la elevación de la temperatura promedio de la capital y hacer que caminarla a pie sea una odisea? Sabe el señor síndico que la movilidad de la población, en todas direcciones y a cualquier ritmo, es un indicador de la competitividad, ¡se atreve nuestro flamante golfista caminar a pie las calles de la capital ? Administrar una ciudad para todos es hacerla inclusive solidaria, invertir en las reales necesidades de la gente que la habita y no implementar acciones que ridiculizan la sindicatura y hacen de su gestión un ejercicio de aprendizaje de un novato metido a planficador. No sabe el señor síndico que el atropello que acaba de encubrir, por no oponerse, en el ensanche Evaristo Morales, amerita que la comisión de los Derechos Humanos lleve a la justicia a todos los abusadores del poder, que sembraron la intranquilidad y la zozobra en ese barrio, urbanizado por trabajadores y no juguetones deportistas. Esas políticos están contribuyendo a la dislocación social, a la provocación y a el ensanchamiento entre ricos y pobres en la ciudad. Conoce el señor síndico el riesgo de tal política? Que revise urgentemente su repertorio de cómico, se recordará que no es bueno ser siempre el pendejo de la comedia.

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