Santo Domingo: nueva cultura y nuevos consumos

Santo Domingo: nueva cultura y nuevos consumos

AMPARO CHANTADA
Como  en  otras  ciudades  latinoamericanas,   los  macro centros    comerciales   a   la   manera   norteamericana representan  hoy día en Santo Domingo una de  las  nuevas modalidades del consumo, transformando significativamente la  cultura  anterior, del mercadito y del  colmado.  Los malls   han   producido  nuevos  templos  «seudo-espacios públicos» para el consumo de un estilo de vida, dominados y  controlados  por grandes franquicias  extranjeras. En estos  espacios, se promueve no solo un estilo  de  vida, sino  un  modelo  de vida.  En ellos, se  consume   comida rápida o chatarra, vestimenta de todo tipo, video juegos, discos  compactos  y diversos entretenimientos  como  los multicines    con   el   monopolio   de   la   producción hollywoodiense.

  Además  se  ofrecen  servicios  públicos diversos, gimnasios, discotecas, oficinas públicas,  todo en un solo espacio, sin olvidar el parqueo, de manera tal que la visita en ese lugar pueda durar un día entero.  Se ofertan  distracciones  para  todas  las  edades,   desde manicuras,   peluqueros,   uñas  artificiales, masajes, clínicas  estéticas  menos para   los  envejecientes.  El «mall»  es  un espacio concebido para gente con recursos, los  envejecientes por naturaleza ya no generan,  por  lo tanto  nada  tienen  que buscar  en  esos  lugares.  Los «malls»  ofertan  distracciones  para  los  muy  jóvenes, (tobogán, columpios) para los menos jóvenes (máquinas  de jugar) para los padres (múltiples cines). Son los templos de la satisfacción de todos los deseos.

Los  malls  son lugares creados no para todas las  clases sociales. Son, un nuevo espacio público-privado  para  la distinción  y  diferenciación simbólica, especialmente  de las  clases altas y medias. La construcción ilimitada  de estos  «malls» comerciales, en diferentes  puntos  de  la ciudad,  no sólo ha cambiado el paisaje urbano, sino  que también  ha  transformado el uso del espacio  público  en Santo Domingo, además de concentrar las inversiones,  los servicios  y  provocar la desaparición  de  los  pequeños comercios  locales que no pueden competir con  ellos.  La percepción  de  seguridad que se tiene en estos  lugares, por   sus  condiciones  de  infraestructura,  distinción, higiene  y  seguridad, también fomentan el uso  de  estos espacios comerciales para la sociabilidad. En ellos,  los estudiantes  de la «high» van con su laptop, se  conectan al Internet y con helados extranjeros, pasan allí horas y horas.  En suma, los centros comerciales han transformado de  manera  fundamental el uso del espacio urbano  y  del consumo,  incluido el consumo cultural en  la  ciudad  de Santo Domingo.

Con las torres empresariales, la construcción de hoteles, apart-hoteles   y   casas  de  huéspedes,   los   centros comerciales   acompañan  la  transformación  de  la  base económica de la ciudad. Hemos pasado de ciudad-portuaria, export-importadora  a una ciudad de  servicios,  turismo, finanzas,  telecomunicación y comercio.   Malls,  torres, corredores viales en Santo Domingo son complementados por la  localización de  las empresas y zonas francas en  sus alrededores.

Para  las  elites  urbanas, que se han  recluido  en  sus «burbujas»  y mundos exclusivos de condominios  cerrados, clubes,  colegios, centros comerciales; los  barrios  son relegados a un mundo lejano, abstracto pues se conoce por referencia,  por lo que dicen los medios de comunicación. Esa  percepción y determinación que una zona de la ciudad es   peligrosa,  es  la  que incide  en  la  decisión  de transitar, habitar, o invertir en ella, no siempre basada en  hechos y datos reales, sino muchas veces definida por la  percepción que tenemos de esa zona específica  de  la ciudad  y de ese «mapa mental» que nos formamos de  ella. Algunos  sectores,  son considerados por  ciertos  grupos sociales  como «peligrosos» y por esas zonas violentas  e inseguras nunca se transita.

En cuanto al antiguo centro urbano ha perdido sentido  y valor,  es  abierto  y no seguro, es anticuado  para  los nuevos  grupos  de  consumidores.   Según  su  nueva  re-conceptualización  de  la ciudad,  ya  no  vale  la  pena frecuentarlo,  por  lo menos de día.  De  noche,  por  la exclusividad  y porque sus trabajadores se fueron  a  sus respectivos  barrios, es invadido por  esa  «nueva  fauna nocturna» que frecuenta los bares y restaurantes copiados de  Europa  o  los EEUU: «bobos» e «in» se  codean.  Esos nuevos  consumidores,  cada vez  más  selectivos,  no  se juntan con todos, son las víctimas del mimetismo cultural que va de mano de la globalización.

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