Santo Domingo sucumbe callada  ante la barbarie

Santo Domingo sucumbe callada  ante la barbarie

Quien no le conoce le teme. Nadie en su sano juicio puede llegar a pensar que lo que ve es real. No hay leyes ni normas que se respeten. La barbarie reina y los que luchan contra ella, sin sumarse, están al borde de enloquecer.

Cada día ella nos obliga a librar una lucha sin cuartel. Santo Domingo es más caos y más abuso. Ya ni siquiera se respetan los semáforos y cruzar en verde, antes derecho indiscutible, se ha convertido en un riesgo a cualquier hora del día.

A pesar de lo mucho que todos nos quejamos, el tránsito en la ciudad es cada vez más feroz. No existen vías de un solo sentido, ni carriles para doblar, ni señales de no doblar… cada quien hace lo que le dé la real gana.

Asustada, mi hermana que vive en México, se sorprendía al constatar que los niveles de irrespeto de los conductores dominicanos han sobrepasado lo temerario. Y es que, si bien es cierto que nunca hemos manejado bien, la situación parece empeorar cada día. Lo más terrible es que, en primera fila y sin inmutarse, los espectadores de esto son los que están llamados a regular el tránsito: los agentes de la Autoridad Metropolitana de Transporte (Amet).

No sé si se han cansado de la indecencia de los choferes, si entienden que no tienen mecanismos de control o se rebelan ante la eterna impunidad que se cobija bajo casi todos los oficiales o funcionarios.

Hace días vimos cómo a una ciudadana se le dejaba ir, tras penalizar a los AMET, aunque cruzó un semáforo en rojo, iba sin cinturón y hablaba por el celular. Así, ¿cómo se avanza?

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