Santo Domingo y la competitividad

Santo Domingo y la competitividad

AMPARO CHANTADA
A lo largo de las dos últimas décadas, Santo Domingo ha sido escenario privilegiado de cambios socio-económicos de gran alcance. La ciudad sostiene perfiles acordes con su capacidad de gestión: ni drenaje, ni alcantarillado pluvial, pozos en la ciudad, ni plantas de tratamiento de aguas negras, nuestra Santo Domingo tiene su letrina, es el Mar Caribe.

A pesar de esa situación, los desafíos planteados por las nuevas condiciones de la economía globalizada han tenido consecuencias importantes para la formulación y gestión de la política urbana forzando a una redefinición de las prioridades y objetivos de la intervención pública en la ciudad.

 La búsqueda de la competitividad, de ventajas competitivas urbanas, se transforma en el principal argumento de la “nueva política urbana”. Planificación estratégica es la palabra clave, se exhibe un plan. Los planes estratégicos necesitan de ayuntamientos aguerridos legitimados no por el voto, sino por la presencia o la sombra que proyectan en la sociedad que gobierna, eficientes, no solo en recaudar y eficaces en dar respuestas a problemas sencillos: basura, poda, educación ciudadana, rendición de cuentas. Requieren de autoridades competentes y conscientes de que la competitividad pasa primero por la mejoría de la calidad de vida y del medio ambiente urbano de todas.

El síndico de la ciudad de Santo Domingo se metió de lleno en el matadero de la competitividad que recuerda el Coliseo, ahí se codea con otros gobiernos locales que también hablan de competitividad, buscan atraer capitales, no importa el origen. No todas las ciudades parten del mismo nivel, algunas tienen tradición de planificación y de gobierno local desde siglos, han acumulado experiencias y competencias que la hacen llegar a la planificación estratégica en mejor posición que otras ciudades.

 Planificación estratégica es trabajar sobre pedazos de ciudad que caen casi siempre en manos de las elites. El Santo Domingo Verde no es más que una estrategia que pretende involucrar la ciudad en una competencia absurda para demostrar sus aptitudes renovadas y por eso es importante cambiarle el «look» o la «imagen», se siembra «canquiñas» en lugares no adecuados, palmas y canas, se suben isletas con arbolitos chinos tupidos y verdes, las flores adornan y la clase media respira, qué «¡limpios nos vemos!». Se gastan recursos en vano, no se atienden las prioridades, los barrios son olvidados. No se piensa en términos ambientales, saneamiento, temperaturas, sombras, ahorro de energía. Estamos en el cosmetismo y postales.

Se asfaltan las isletas, se las adornan con falsas casetas de ventas de periódicos, no puede haber ventas, no hay lectores. Todo es decoración, facticio, teatro. Como las casas de «Barby» del mercado de Los Guandules, ridículo tratamiento estético para un mercado popular. Por otra parte, se exhibe la monumentalidad, pero con autoridad: Alma Mater, Suprema Corte de Justicia, Facultad de Economía, edificio de Bellas Artes, se yergan de ser libres de árboles, de follaje y de hojas, orden y percepción de disciplina, se construye una ciudad sin alma y sin vida y no se escucha las voces disidentes. Nuestro síndico está más acostumbrado al soliloquio que al diálogo. La delimitación del polígono central no fue más que una legitimación: en ese micro espacio, la concentración de capitales, ha contribuido a «fabricar el único espacio verdaderamente competitivo» en un Distrito Nacional que ya era desde su creación (2000) más competitivo que el macro espacio regional que lo rodea. Se mercadea también la Zona Colonial, 500 años y libres de trinitarias y de vendedores. Nuestro frente de mar es nuestra joya bruta, dejada como la Cenicienta de la ciudad con el proyecto Sans Soucí que necesita de iniciativas y del apoyo de más capitales, como el Malecón Center. Pero sin Isla artificial.

El Ayuntamiento, en esa labor de mercadeo o marketing, ignora de manera absoluta gran parte de la ciudad, como si el Plan Estratégico que enarbola no la conociera. Juega las barajas urbanas como en el Casino: un helipuerto ahí, una privatización allá, plazas Juan Barón y Güibia y expulsa los vendedores ambulantes hacia sus barrios pero convoca sus juntas de vecinos para explicarles que trabaja para su bien, no importa, eso forma parte del libreto de síndico y su profesión de cómico lo ayuda a disimular que el marketing que hace de nuestra ciudad pasa por una operación de limpieza social y cosmética, como se preparan los muertos: Santo Domingo está pasando por las manos de un cirujano estético, que le quita sus viejos árboles-arrugas, la siembra de palma botox, le construye isletas con flores maquillaje y la asfalta limpieza facial. Sin sombra para proteger, sin hoja que recoger y sobre todo sin más vendedores y niños famélicos: no más pobreza, ya se erradicó: solo falta lo que algunos quieren oír ¡Ya somos No. 45 en la lista, somos casi competitivos!.

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