Santo Domingo y su vecindad

Santo Domingo y su vecindad

César Pérez

En los años 50-60, cuando se informaba sobre las condiciones del tiempo, se decía “Santo Domingo y su vecindad”, haciendo referencia a la ciudad de entonces con su dinámico centro histórico, dotado de un aeropuerto a solo dos kilómetros de distancia. Del kilómetro 0, al norte del parque Independencia, se iniciaba una calle primaria que pasaba frente al aeropuerto, bordeando e impactando positivamente a cinco barrios capitalinos, también dinámicos desde el punto de vista económico, de intensa vida urbana y con una población con profundo sentido de identidad. Esa calle era también el inicio de la carretera Duarte y la referida vecindad eran las zonas rurales, hoy convertidas en zonas disgregadas, degradas y pulverizadas por un descontrolado crecimiento de la urbe capitalina, hoy convertida en ciudad región.

El traslado del aeropuerto a Punta Caucedo en 1955, y la Guerra de 1965 fueron factores del posterior deterioro y pérdida de centralidad de Ciudad Colonial, y de abandono del eje que la unía al aeropuerto y a los barrios que este tocaba, que luego se deterioraron. Así, el Distrito Nacional perdió gran parte de su territorio, pierde gran parte de la ciudad, expandiéndose hacia la periferia y sumando nueve kilómetros anualmente a su área metropolitana. Una locura. Junto a la provincia del mismo nombre esta ciudad tiene mucho más de 100 mil establecimientos productivos y de servicios del país, 41% de todo el país; el DN tiene casi 60 mil y ambas demarcaciones suman cerca del 35% de la población nacional.

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La provincia aporta alrededor de un 35% al PBI del país y si bien, junto al DN, son las que menos pobres tienen en términos relativos, ambas suman la mayor cantidad de pobres en términos absolutos. Los profesionales que viven en las grandes metrópolis suelen tener mayores ingresos que los de ciudades más pequeñas. En ese sentido, las grandes metrópolis succionan el talento de otras ciudades limitando las posibilidades de inversión en ellas, acentuando las desigualdades regionales y territoriales.

Por consiguiente, la capacidad del Gran Santo Domingo de producir riqueza, de atraer inversiones y población, sin la existencia de planes articuladores de sus áreas, no solo se convierte en disminución de posibilidades de desarrollo de esa urbe, sino que contribuye a que se produzcan serias distorsiones del entramado urbano nacional, un serio achicamiento de las potencialidades del país y de los sectores económicos que se visualizan como motores del desarrollo pero sin ninguna estrategia de crecimiento de lo urbano, de las ciudades, de Santo Domingo y su vecindad.

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