LEANDRO GUZMÁN
Los problemas eléctricos del país continúan en crecimiento en lugar de disminuir, lo que significa un verdadero dolor de cabeza para todos los dominicanos.

Son muchas las posibles soluciones que se han planteado, entre ellas el uso de energías alternativas limpias, con fuentes renovables, pero todo parece indicar que su desarrollo marcha a paso de tortuga, dejándonos absolutamente dependientes del petróleo, cada día en aumento y sin que se vislumbre una baja significativa.

Esa situación ha comenzado a ser enfrentada con vigor por países en parecida situación a la nuestra, mientras nosotros nos hemos quedado rezagados, como si el asunto no tuviera importancia en el desarrollo del país. Como una solución de tipo clientelista, los gobiernos que hemos tenido han apelado al otorgamiento de subsidios bajo el argumento que es para beneficiar a los más pobres, que se aprovechan de esa situación y la derrochan.

Esto lo decimos porque hemos visto, en muchos barrios pobres, viviendas con los más variados equipos electrodomésticos, entre ellos televisores que permanecen innecesariamente encendidos cuando nadie está viendo los programas. Eso mismo sucede con las bombillas, que incluso de día permanecen en uso, sin necesidad alguna.

Solamente en el primer cuatrimestre de este año, de acuerdo a cifras oficiales, el Gobierno ha otorgado al sector eléctrico subsidios por el orden de 154.7 millones de dólares, de unos 400 millones de dólares destinados al sector durante el año 2007.

En más de una oportunidad y quizás de una manera quijotesca, hemos planteado sustituir el subsidio con paneles solares y micro aerogeneradores, con una potencia instalada de 1.5 kilos, suficientes para suplir las necesidades elementales de una familia pobre. Hemos calculado que con una inversión de aproximadamente 225 mil pesos, se podría adquirir el equipo completo (paneles, inversor y baterías).

Está claro que una persona sin ingresos definidos no califica para lograr que una institución financiera le financie su préstamo para adquirir esos equipos, pero si el Gobierno -a través de bancos o asociaciones se los garantiza- ese hogar resuelve su problema, al tiempo que se logra una reducción en el uso del petróleo.

Supongamos que una nueva urbanización para las clases populares o la pequeña clase media tengan 200 viviendas. Si a cada uno de los propietarios se les financian los 225 mil pesos requeridos para los paneles solares, sumándole dicha cifra al monto de la deuda, tenemos que hay 200 hogares que no necesitarán estar conectados al sistema eléctrico nacional. En vista de que en el país cada día surgen nuevas urbanizaciones, uno se pregunta por qué las Asociaciones de Ahorros y Préstamos y los Bancos Hipotecarios no incluyen los paneles solares y demás equipos en el financiamiento, que sería una manera de contribuir a reducir la dependencia que tenemos en el uso el petróleo. En ese sentido, no habrá que ir muy lejos para sacar esas viviendas del sistema.

En este mismo aspecto debemos decir que en la actualidad el aporte de las hidroeléctricas es de un 20 por ciento, que pudiera duplicarse si se desempolvaran numerosos proyectos de desarrollo hidroeléctrico que permanecen inexplicablemente engavetados. Y decimos inexplicablemente, porque todos sabemos que se pueden obtener financiamientos blandos, con la garantía de que en un país de apagones, todo kilovatio producido se consume. Naturalmente, hay que reforzar los controles existentes para que ni los pobres ni los ricos se roben la energía, en detrimento de los intereses nacionales.

Si no se toman medidas concretas, como la que proponemos, la solución al problema energético tomará mucho más tiempo, en perjuicio del desarrollo económico del país, lo que constituye un obstáculo para poder competir en igualdad de condiciones con aquellos países donde han avanzado en el uso de fuentes renovables de energía.

La consigna debería ser buscar la forma viable de sacar del sistema eléctrico nacional al mayor número de viviendas posibles, ahora subsidiadas con montos millonarios en dólares.