Saramago, Lorenz y Pablo: ¿Realmente hay un eslabón perdido?

Saramago, Lorenz y Pablo: ¿Realmente hay un eslabón perdido?

En una comparecencia en el Banco Central, auspiciada por la Fundación Corripio, José Saramago citó al biólogo, zoólogo y pensador austríaco Konrad Lorenz, donde este último afirmaba que los científicos perdían su tiempo buscando al eslabón perdido, pues el eslabón somos nosotros, y lo que falta en la secuencia evolutiva, es el próximo elemento, lo que aún no se ha producido: el hombre.

No era la primera vez que Dios me estaba  revelando algo por boca de alguien que niega su existencia. La cita del Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, es más algo que tiene las condiciones para llegar a ser,  que algo que ya está manifiesto.

El hombre es siempre un proyecto, una existencia en potencia de algo que puede ser lo excelso, lo mejor de la creación.

Teólogos y Psicólogos cristianos han escrito acerca de los problemas espirituales y conductuales a causa del pecado original,  “la caída del hombre”; hecho probabilístico, pero necesario para producir el amor, que no se da mediante soborno ni miedo.

San Pablo, en la primera Carta a los Corintios,  con gran claridad nos habla del hombre natural, el que aún no conoce a Dios, y del hombre espiritual.

A menudo me siento maravillado por la audacia de Dios de intentar hacer, no sin grandes obstáculos, un ser virtuoso de una persona común, hecha a partir de la tierra, del arroz, habichuelas, yuca, papa  o maíz, según la cultura: alguien con templanza, paciencia, benignidad y amor.

El hombre natural, dominado por sus propios instintos y por la cultura, se convierte mediante la acción del Espíritu, en un ser semejante a Dios, en su amigo, socio, hijo y heredero. Alguien con quien compartirá su reino.

Pero el hombre verdadero, el del proyecto de Dios, encuentra su máxima y más auténtica expresión en la persona misma de Jesucristo. “Ecce homo”,   (he aquí el hombre), dijo Pilatos, refiriéndose a Jesús ante su tribunal, sin darse cuenta que era aquel, exactamente, el prototipo de hombre que Dios se propuso crear, el modelo de lo que todos estamos llamados a ser, con la dirección de Dios, mediante su Palabra y su Espíritu.

Como Dios estableció el libre albedrío para hacer posible el amor, (propósito máximo de la creación, usted puede escoger entre ser semejante a Dios, o ser una caricatura altiva y orgullosa, por tener intelecto, belleza, poder, fama o dinero;  O ser un macho, carnal y prepotente: un mono lampiño, egoísta y depredador. Sea rubio, negro o mulato.

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