Saúl Vicioso “Soy bendecido por Dios”

Saúl Vicioso “Soy bendecido por Dios”

La última ocasión en que el doctor Saúl Vicioso actualizó el número de niños que ha traído al mundo en su dilatado ejercicio profesional, hace ya 45 años, el reputado y experimentado ginecobstetra sumó 10,000 vidas que salieron del útero de sus madres y pasaron por sus manos, generando en cada parto momentos inolvidables de felicidad en él y en los padres y familiares de cada criatura.
Saúl, como le conocen sus amigos, nació en el seno de un humilde hogar de familia campesina en San Juan de la Maguana. Es el tercero de 11 hermanos y el primer varón en la prole. Su padre era agricultor y su madre ama de casa.
“Mi padre fue un hombre ejemplar. Nunca se descuidó del cuidado de sus hijos. Sus hijos éramos su principal tesoro, y lo repetía con frecuencia. Mi madre era una mujer encantadora, trabajadora, siempre preocupada por sus hijos”.
Cuando los padres de Saúl contrajeron matrimonio, Marcos Gastón Vicioso, su progenitor, tenía 40 años y Ana Indira, la madre, 14 años. El nacimiento de los hijos del matrimonio fue acelerado, hasta completar 11.
Cuando Saúl cursaba el segundo año de primaria la familia se mudó al campo y el joven asistía a la escuela a lomo de caballo. Durante cinco años, recorrió un trayecto de ocho kilómetros, ida y vuelta. Al tiempo la familia se trasladó nueva vez a San Juan de la Maguana.
Como otros niños, Saúl también se divertía, especialmente durante las vacaciones, cuando se bañaba en los ríos no contaminados; pescaban jaibas, camarones, tilapias y maroteaban. “Nos divertíamos sanamente. Puedo decir que tuve una infancia feliz”.
Forjando el futuro A los 18 años Saúl terminó el bachillerato. Se trasladó a Santo Domingo, para estudiar Medicina en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Temporalmente vivió en la casa de unos parientes. Pero al poco tiempo surgieron inconvenientes y el joven Vicioso se mudó a otro lugar.
Comenzó a buscar empleos. Superó meses de dificultades, porque su familia era pobre y carecía de recursos para atender sus necesidades. En 1966, después de superar muchos inconvenientes, ingresó como practicante en la clínica Abel González.
“Estudiaba y trabajaba en el centro de salud. Mi función era ayudar todos los días en el área de cirugía y hacer servicios de guardia cada cuatro días. Eramos cinco practicantes-médicos, entre ellos el hijo del doctor Abel González, quien es como mi hermano. Fuimos compañeros de estudios y de trabajo, y todavía seguimos juntos”.
La enseñanza fue vital para Saúl. Cuando se graduó de médico sabía operar y adquirió conocimientos y habilidades profesionales, “gracias a que tuve la oportunidad de trabajar con la mayoría de los cirujanos más reputados y eminentes de esa época, entre ellos Ney Arias Lora, Frank Hernández, José Joaquín Puello, Marte Durán, Rodríguez Lara, Sánchez Sanlley, entre otros”.
“Cuando me gradué ya estaba casado con mi amor eterno, Amancia Tejada de Vicioso, y tres hijos procreados en el matrimonio. Mi esposa y tres de mis hermanos estudiaban en la UASD y todos vivíamos en nuestro dulce hogar”.
El doctor Vicioso hizo la especialidad en la Maternidad La Altagracia, en 1979. Ganó por concurso el cargo de médico-ayudante en el hospital universitario, posición que ostenta hasta ahora.
Saúl patrocinaba los estudios y gastos de sus hermanos “y de todo lo que necesitaban. En realidad éramos cinco estudiantes, porque para esa época yo estaba haciendo mi especialidad. Cuando terminé, el doctor Abel González me asignó un consultorio en la clínica, donde todavía sigo prestando servicios médicos”.
Cuando abrieron el Centro de Medicina Avanzada Abel González, su colega le asignó otro consultorio. Cuando empezó a operar la Maternidad de Los Mina, aceptó el trabajo. Actualmente labora en las dos clínicas Abel Gonzalez y en el Hospital Universitario Maternidad Nuestra Señora de la Altagracia. También, es profesor de medicina en la Universidad Iberoamericana.
¿Cuántos niños ha traído al mundo? Es una pregunta que lo emociona. Saúl responde: “No puedo recordar los niños que yo he traído al mundo. Estuve anotando numeritos, hace ya mucho tiempo, y me detuve en diez mil. Ahí dejé de contar. En ocasiones tenía cuatro y cinco pacientes de parto, y hacía mi trabajo”.
Un hombre afortunado “Yo me siento bendecido por Dios porque de un origen humilde, campesino, he podido formar a mis hijos, muchachos serios, trabajadores, honestos. Esa es la inversión más valiosa que tengo. Ahora enfoco mi atención en mis nietos. Tengo una amistad muy estrecha con ellos, pues no sólo soy el abuelo, sino el amigo, el compañero de juegos, el consejero, y asumo roles como si yo también fuera un pequeño. Todos me dicen papá.

Gracias a Dios estoy muy satisfecho porque tengo la familia más hermosa del mundo y no la cambiaría por nada. Si tuviera que repetir de nuevo, lo haría con los mismos personajes. Soy un hombre realizado. Lo que he logrado en la vida me ha dado muchas satisfacciones, porque todo lo he obtenido por mis propios medios; ha sido trabajando honradamente.

Ser honesto, trabajador, perseverante, es la mejor herencia que le dejamos a nuestros hijos. Lo que más valoro en las personas es la honestidad y la laboriosidad. Si una persona reúne esas cualidades, se gana mi admiración, mi respeto. No hay ningún obstáculo para estudiar y superarse”.

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