Se acaba al gobierno el período de gracia

Se acaba al gobierno el período de gracia

POR JUAN BOLÍVAR DÍAZ
Al cumplir siete meses de gestión el período de gracia al gobierno del presidente Leonel Fernández parece que empieza a agotarse, con unos congresistas perredeístas asumiendo actitudes radicales y grupos populares que ya se atreven a programar protestas.

Al gobierno se le agota el tiempo de mirar hacia atrás y cargar responsabilidades a su antecesor para concentrarse en plantear soluciones a problemas urgentes como la recesión económica y la inseguridad ciudadana y en cumplir promesas de austeridad y lucha contra la corrupción que van quedando en palabras y papeles.

En un ambiente negativo por sucesivos escándalos, el gobierno ha marchitado parte de su encanto al dirigir el debate nacional a la conveniencia de un metro, sin haber establecido una política de prioridades ni de inversión social, mientras el presidente Fernández acentúa una imagen de académico más que de ejecutivo gubernamental.

SE AGOTA LA TREGUA POLÍTICA

A casi siete meses de iniciado el actual período gubernamental, y en la misma medida en que se disipan las frescas temperaturas invernales para dar paso al largo verano nacional se advierten claros indicios de que el período de tregua o de gracia otorgado al nuevo gobierno empieza a agotarse.

No es sólo un Congreso bajo control perredeísta cada vez más beligerante y hasta «ñoño», sino que grupos populares ya empiezan a elaborar programas de lucha, mientras en ámbitos empresariales crece la preocupación por la prolongación de la recesión económica.

Sin encaminar acciones contundentes contra la corrupción las autoridades dan pretextos a los legisladores perredeístas con actuaciones tan erráticas como la de allanar las oficinas del exsecretario de Agricultura Eligio Jáquez, algo absolutamente ineficaz para esclarecer lo relativo al programa de invernadero ejecutado por el régimen antecesor.

Concentradas en el éxito de haber afianzado una relativa estabilidad macroeconómica, las autoridades no lucen preocupadas por motorizar un programa de acción que permita alguna reactivación de la economía nacional mientras siguen aferradas a la política de restricción del circulante que parece en vías de agotamiento.

Un ambiente nacional cargado de negatividades, que van desde la violencia y la delincuencia, incluyendo el narcotráfico, hasta la sensación de que el reino de la impunidad sigue imperando en el país, contribuye a que se esté perdiendo el encanto del gobierno surgido hace 10 meses con el apoyo del 57 por ciento del electorado.

Lo cierto es que el país no sale de un escándalo por las denuncias de corrupción, que no se traducen en efectivas acciones judiciales, violencia descarnada que proyecta al mundo una imagen negativa, como la muerte de 135 prisioneros quemados inexplicablemente en la cárcel de Higuey.

Crímenes espantosos como los registrados en Navarrete y en Azua, las violaciones de menores en un centro católico de Higuey, el asesinato de dos jóvenes esposos por el cual se investiga a un diácono, el mayúsculo escándalo de narcotráfico centrado en Quirino Paulino, con todas sus implicaciones, las denuncias de corrupción en el Plan Renove , lo de los vehículos robados usufructuados por la alta oficialidad policial, y el aumento vertiginoso de la delincuencia en todas sus expresiones, así como de los muertos a manos de la policía, conforman un cuadro de preocupante descomposición social.

Al mismo tiempo un informe del Departamento de Estado norteamericano deja al país mal parado en materia de derechos humanos y otro sobre control internacional de narcóticos, también de Estados Unidos, denuncia graves complicidades en el lavado de dinero proveniente del narcotráfico y de otras actividades ilícitas.

Que hubo más de 4 mil muertos en accidentes de tránsito en el 2004; que los muertos a manos de la policía pasaron de 300; que se contaron 83 entre enero y febrero pasados, a un promedio de 1.4 por día, sin que ninguna autoridad entienda que debe tomar alguna acción, configuran un panorama desalentador.

SE RELATIVIZA EL CRÉDITO

Fuera de toda pasión política hay consenso en otorgar crédito al gobierno, y en especial al presidente Leonel Fernández, por la recuperación de la confianza y la reducción de las incertidumbres que agobiaban el país en agosto pasado.

El hecho objetivo de que el peso se recuperara de 42 por dólar a alrededor de 30, en que se ha estabilizado en los últimos meses, sigue siendo señalado como el mayor logro del gobierno peledeísta. Que no es más apreciado porque los precios de bienes y servicios no han descendido en la misma proporción, lo que se atribuye a especulación, pero también al incremento de la tasa del Itebis, de la comisión cambiaria y los impuestos selectivos.

Sin embargo, a medida que pasa el tiempo el crédito se relativiza al saberse que la inflación había caído hasta por debajo de uno por ciento antes del cambio de gobierno (0.70 en abril, 0.62 en julio y 0.58 en agosto), que la tasa de interés de los certificados oficiales estaba ya en 36 porciento y que según el informe del Banco Central a septiembre ya la economía creció en 1.4 porciento para cerrar el año en 2 porciento.

En otras palabras, que al inicio del gobierno ya la economía rebotaba de la caída sufrida en los 18 meses anteriores. Pero hay que resaltar que la confianza inspirada por el presidente Fernández aceleró la recuperación, especialmente en el valor del peso y creó un ambiente de esperanza.

Preso de la crisis heredada, el gobierno no tuvo más alternativa que acogerse a la negociación con el Fondo Monetario Internacional con las consiguientes restricciones en el gasto.

Con galopante desempleo en las zonas francas, donde se han perdido unos 20 mil puestos de trabajo, y gritos en el sector turístico por lo que entienden un peso sobrevaluado artificialmente, el gobierno no tiene ahora mismo un solo sector económico que se sienta satisfecho.

En alguna medida las autoridades lucen presas de su propio éxito y se muestran dispuestas a mantener la política de aumento de los certificados por depósitos de pesos que ha generado la caída de la tasa cambiaria para mantener baja la inflación. Pero muchos creen que esa pista se le está acabando. Con el agravante de que el acuerdo con el FMI obliga a plantear en breve otra reforma fiscal.

UN METRO DESCONCERTANTE

Un elemento altamente desconcertante y negativo ha sido el anuncio de la construcción de una línea de metro en Santo Domingo y el destino de 20 millones de dólares para un proyecto de remodelación y ampliación del estadio Quisqueya, denominado «beisbolandia».

Más allá de las opiniones comprometidas política o económicamente, en torno al proyecto del metro ha habido un consenso de rechazo por estimarlo contradictorio con el régimen de restricciones a la inversión social y de capital en que está la nación.

En una reciente reunión de evaluación donde confluyeron una veintena de líderes de opinión, hubo unanimidad en considerar contraproducente el proyecto del metro. Muchos siguen creyendo que esa obra, cuyo costo real sería muy superior a lo dicho, ataría de pies y manos al gobierno por el resto del período.

Se critica que el régimen no parece tener un programa regido por prioridades, que pretenda crear una nueva empresa estatal, la del metro, que obligaría a nuevos subsidios, mientras no acaba de desmontar los del gas propano y la electricidad. Que se consume en un proyecto con un costo desproporcionado para una población limitada, mientras cientos de obras prioritarias siguen paralizadas a lo largo del país.

Las autoridades están concentradas en una vía subterránea en vez de fijar su atención en un plan de competitividad que permita a los sectores productivos sobrevivir al inminente tratado de libre comercio con Estados Unidos o en presentar un programa de reactivación económica.

Un reputado economista se quejaba en estos días de que el gobierno carece de planes específicos de reformas económicas, más allá de las ataduras al FMI, pero también de reformas políticas. Un sociólogo resaltaba la desarticulación que registra entre las políticas económicas y sociales

Es que no socializan el proyecto de gobierno, proclamó otro, que a la vez se quejó de que el diálogo gubernamental es sólo con las élites, que el régimen luce muy lejano de los sectores populares y expuesto a un rechazo de estos en el corto plazo.

LA IMAGEN PRESIDENCIAL

Son numerosos los analistas que piensan que las posibilidades de éxito del gobierno descansan mucho en la imagen del presidente Leonel Fernández y esperan que al final «no se meta en el hoyo del metro» y entienda el clamor de la opinión pública. Alguien resaltaba que ni un periódico ha apoyado ese proyecto, como tampoco ningún partido de oposición ni ninguna organización social más allá de las ligadas a la construcción. No faltan quienes entienden que el mandatario está «fuera de tiempo», demasiado en la postmodernidad, en la globalización teórica, en su proyección internacional, pero lejos de la realidad nacional. Se señala su actual viaje de 10 días por Estados Unidos, Francia y España, dictando conferencias en universidades, gestionando becas y dedicando su tiempo a una cumbre sobre terrorismo que para nada conecta con las preocupaciones coyunturales de la sociedad dominicana.

El país está reclamando solución a la crisis energética, que se traduzcan en hechos las promesas de austeridad, de reducción del gasto corriente, de combate a la pobreza y la corrupción, de enfrentamiento racional de la criminalidad y de verdadera sintonía con la sociedad civil, dando vigencia a escenarios como el del recién creado Consejo Económico, Social e Institucional.

La convicción general es que el gobierno ha enterrado la corrupción bancaria y que se encamina a lo mismo con la política, mientras por el otro lado tampoco se decide a cerrar paso al tráfico de comisiones con nuevas regulaciones para compras y contrataciones de obras, que serían una señal contundente de su orientación.-

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