Junto con la inseguridad y la falta de autoridad, la espiral de violencia crece en Haití y esta semana fueron asesinados dos periodistas y sus cuerpos quemados en Cite Soleil mientras trabajaban en una zona controlada por pandillas armadas. Al día siguiente, las milicias mataron a tres policías.
Y en medio de las manifestaciones, gomas encendidas y vías bloqueadas el primer ministro Ariel Henry eleva los combustibles, la segunda alza en un año, sumando ira a una tierra asolada por el hambre, la pobreza, la corrupción y catástrofes naturales. Haití ha empeorado tras el asesinato del presidente Jovenel Moise, el florecer de grupos armados y la imposibilidad de hacer elecciones.
Los secuestros y las violaciones se han multiplicado, al igual que el éxodo de familias que huyen de estos “guerreros ” que se nutren de la ausencia de autoridad, la miseria y el caos. ¿Y quién los arma?.
Le invitamos a leer: SIP condena ataques contra periodistas y medios en Haití
Al parecer, Haití ha superado a Somalia, dividida en mil pedazos por sujetos con un AK-47 en las manos y un Corán en el bolsillo desde los tiempos de Siad Barre en los años 90, tal como describe la escritora somalí-neerlandesa Ayaan Hirsi Ali en su libro “Mi vida, mi libertad”. Actualmente ni los llamados “amigos de Haití” –Canadá, EEUU y Francia- miran la media isla. Lo que motivó al presidente Luis Abinader a tratar el tema con la vicepresidenta de EEUU, Kamala Harris, y otros líderes del Caribe. Haití arde bajo un cielo lúgubre. Semeja un fragmento de “The Walking Dead” o un párrafo de Edgar Allan Poe. Y al parecer, a los haitianos solo le queda correr hacia RD.