Se agrietan las murallas

Se agrietan las murallas

A través de los tiempos, las sociedades han procurado protección estatal contra las permanentes amenazas de conquistas bélicas y ostentosas aventuras caudillescas, que dieron origen a las ciudades amuralladas; cuando por su aislamiento, el movimiento comercial de las metrópolis se extinguía y la actividad financiera resultaba poco atractiva, el interés económico se trasladaba a los campos; surgieron los castillos como poder local y la nobleza creó su propio ejército. Hoy día, las fortalezas militares, que sustituyen a los castillos, van quedando en desuso al no representar ventajas tácticas, convertidas en cárceles, sólo se utilizan para albergar presidiarios, no ofrecen protección bélica por resultar vulnerables en todo sentido.

Desde principios del Siglo XX, la Unión Americana, en su afán por descollar como imperio y acaparar el comercio mundial, se ha caracterizado por imponer al mundo, una tras otra, diversas restricciones económicas que se iniciaron con el «big stick», siguió la ley seca, la quinta columna, el comunismo, las drogas, el terrorismo y las incógnitas que posiblemente impondrán en el futuro. Ninguna otra nación en el mundo ocasiona, como Estados Unidos, tantas persecuciones, sucesivas y generalizadas, a las poblaciones, poniendo en aprietos los gobiernos de otros países.

Un sistema imperial se afianza en la coacción y el militarismo, no soporta el libre comercio; por otro lado, una sociedad independiente no acepta restricciones a sus derechos civiles fundamentales; la dirección restrictiva por demás humillante y coercitiva, que ahora se impone a la población norteamericana, acostumbrada al disfrute de prerrogativas básicas y amplias libertades en su territorio, coartada por causa de un gobierno intervencionista y agresivo, sometida a permanente alerta bélica y continuo despliegue militar dentro y fuera de esa nación, con evidente pérdida de los libertades civiles y derechos individuales básicos, constituye una condición anormal que difícilmente puede prolongarse indefinidamente sin que desate una rebelión civil dentro de ese sistema, que sufre asedio por dos frentes internacionales; reclamo mundial de apertura comercial e inseguridad, tanto interna como externa, ocasionada por un enemigo de radical ideología, arraigada en milenarios principios religiosos, más intolerantes que toda convicción ideológica existente. El yugo que impone una permanente alerta bélica y amplio despliegue militar, en un territorio acostumbrado al disfrute de amplias libertades, puede provocar una rebelión de proporciones considerables y hasta devastadora para los principios que rigen esa gran nación. Las demás naciones influyentes en el mundo: Rusia, Alemania, Francia y China, permanecen observadoras ante el trágico drama, en el cual el poderío norteamericano se desgasta, inmerso y empantanado en costosas aventuras bélicas, similares a las emprendidas por Carlos V de Alemania y I de España, quien sumió su patria, dueña del Nuevo Mundo y de todo el oro que aquí había, en la bancarrota económica que anuló el extenso imperio español, en el que no se ponía el sol, contrayéndole a los límites de la península ibérica donde se ha mantenido desde entonces. Ya Estados Unidos tiene contraídas cuantiosas deudas, sólo a China, por recompra de su deuda pública, debe más de ciento veinte mil millones de dólares, la acumulación de su déficit oficial es enorme y sigue aumentando.

Es absurdo pretender que domeñar limitados territorios, como Afganistán e Irak, permita conquistar la voluntad y el poder solidario tradicionalmente comprendido en el Islam, que abarca una amplia región mundial, unificada en un radical fanatismo ideológico y conceptos morales que rayan en el extremismo, arraigado en una profunda convicción religiosa que se extiende por todo el mundo. La guerra, por el control del petróleo, que se inicia contra una parte de la población mahometana podría extenderse, no sólo en Oriente medio, sino por todo el mundo donde hay partidarios de Mahoma, que por simple solidaridad ideológica podrían mantener activa la guerra durante años, sin que poder alguno logre controlarle.

El petróleo, monopolizado por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), secundados por gobiernos fiscalistas, en franco oligopolio internacional, con sus múltiples restricciones comerciales, ocasiona gran parte de la pobreza que se pretende paliar con reparto de subsidios, dádivas y humillantes limosnas, que los pueblos comienzan a rechazar por costosas e inoperantes.

Cuando la humanidad, convencida de que los problemas sociales los ocasionan los gobiernos, procura liberarse de la opresión estatal, comienza por desconocer los tabúes religiosos como el sexo y el hermafrodismo, continúa por evadir los controles comerciales impuestos a consumos masivos como las drogas y termina por condenar los monopolios y el proteccionismo económico, con lo cual anula toda ingerencia gubernamental en las actividades comerciales. La generalización de negocios en el mercado informal -mercado negro- es señal que los imperios, opresores de la humanidad resultan indeseables y pierden vigencia, por innecesarios y lesivos al interés colectivo.

El movimiento liberador que se presenta a nivel mundial, el cual propicia franca apertura comercial y libre intercambio en todos los órdenes, desnaturaliza las teorías económicas y echa por la borda el proteccionismo que los regímenes ejercen, en perjuicio del comercio franco y equitativo que precisan las poblaciones.

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