Se alquilan dictadores

Se alquilan dictadores

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
Todos los periodistas, politólogos, “analistas sociales” y expertos en “futurología”, coinciden en que el porvenir del mundo “es la democracia”. En la América hispánica, donde los dictadores “eran la regla”, han desaparecido casi por completo, con la excepción de Fidel Castro que se ha convertido en una “curiosidad antropológica”. Según parece, necesitamos a Fidel Castro porque alguien tiene que decirle “groserías” al gobierno de los EUA, mientras los demás mandatarios de la región “practican” la diplomacia. Los “excesos” de la política exterior norteamericana, en Irak o en Guantánamo, son temas frecuentes en las paginas editoriales de los periódicos. Otros “excesos”, económicos o ecológicos, son objeto de estudio en muchas universidades del mundo.

Con el fin de la Guerra Fría y la disolución de la Unión Soviética se ha dado por zanjado el debate sobre Capitalismo, socialismo y democracia, que es el título del famoso libro del economista Joseph A. Schumpeter. Pero las injusticias entre países y los conflictos sociales, como bien se sabe, no terminan nunca. Ambas cosas son inseparables de la condición humana.  Sin embargo, nuestra época parece ser un momento de la historia caracterizado por una general “sobrevaloración” de la democracia, opinión que no compartían ni Aristóteles ni Kant, esto es, la cabeza más poderosa de la antigüedad clásica y el minucioso filósofo que articuló la teoría del conocimiento en el pensamiento moderno. No hay dictadores ahora en la América latina porque no se ha quebrantado el equilibrio político entre las grandes potencias de Norteamérica, Europa y Asia. Castro es “sobrevivencia” insular de un “contexto político” del pasado.

Del libro del doctor Lauro Capdevila: La dictadura de Trujillo, he copiado unas palabras escritas por el Presidente Teodoro Roosevelt en 1905, con motivo de la firma de la convención dominico-americana de ese año, la cual fue renovada en 1907 y en 1924 y estuvo vigente hasta 1940. Dice Roosevelt: “Santo Domingo marcha hacia el caos, pues tras cien años de libertad (sic) es absolutamente incapaz de toda obra gubernamental. Con la mayor repugnancia me he visto obligado a dar el paso inicial para intervenir en dicha isla. Espero que transcurra mucho tiempo antes de que tenga que ir más lejos. Pero me parece que, tarde o temprano, será inevitable que Estados Unidos asuma una actitud de protección y de reglamentación con todos esos pequeños Estados en la vecindad del Caribe. Espero que esto se aplace lo más posible, pero lo creo inevitable”. En 1915 Haití fue ocupado por tropas de los Estados Unidos; en 1916 Santo Domingo -la República Dominicana- corrió igual suerte. La Primera Guerra Mundial ofreció el marco geopolítico apropiado para tomar esas medidas militares.

La necesidad de controlar un país, directamente y por un período prolongado, es un asunto de costos económicos. Mucho más eficiente y menos traumático es un dictador local -un pequeño rey tributario- adaptado a los usos y costumbres de la sociedad de que se trate. Tal vez esta sea una lección que los políticos norteamericanos aprendan del resultado de la invasión a Irak. El mundo árabe, sacudido por diferencias étnicas, religiosas y políticas, sólo podrá ser manejado eficientemente desde dentro. Saddam Hussein cumplió ese papel de líder feroz, despiadado y laico. Pero ha sido “desechado”, expulsado del tablero de ajedrez y enviado al cajón de las fichas jugadas, como a juicio del poeta Omar Khayyam dispone Dios con todos los hombres.

Los partidos políticos tradicionales se han desacreditado en muchos lugares de América. En Venezuela, este descrédito determinó el surgimiento del Polo Patriótico y el triunfo electoral del ex-coronel Hugo Chávez. En Uruguay, Tabaré Vásquez ha alcanzado el poder en competencia con las organizaciones políticas conservadoras. Ignacio Lula gobierna en Brasil con el apoyo de una extensa gama de grupos de izquierda. En Bolivia, Evo Morales, un indígena aimara, ha obsequiado a Condoleeza Rice un charango adornado con hojas de coca. La secretaria norteamericana es pianista, sabe música y varios idiomas; no obstante, difícilmente logrará tocar este instrumento sin grandes dificultades técnicas. Hay la impresión -en los medios de comunicación escritos- de que en Perú puede llegar al gobierno un militar quechua llamado Ollanta Humala. Asistimos, pues, a rápidas transformaciones en el teatro político del continente americano.  Hasta ahora los Estados Unidos han enarbolado la “política de conversión” institucional: que todos los países, cual que sea su historia, “se conviertan” y profesen el credo democrático. Musulmanes, judíos, cristianos, budistas, blancos, negros o amarillos, han de ser demócratas y republicanos. Esta posición es parecida a la de Felipe II, un monarca enfrentado a turcos, moriscos, protestantes, en representación de la ortodoxia cristiana. Es probable que los funcionarios del Departamento de Estado de los EUA descubran pronto la “tozudez” de los pueblos… cuando su cultura ancestral no es democrática ni igualitaria. Chocarán con la resistencia a hacer las cosas “comme il faut”, con el empecinamiento absurdo de perpetuar hábitos sociales autodestructivos. Para entonces, contratarán a un publicista que diseñe un anuncio, para insertar en el Wall Street Journal, que diga: “se alquilan dictadores”. Es arriesgado pronosticar si serán utilizados a tiempo completo o a destajo.

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