El pasado miércoles 30 de abril, La Oficina de Análisis Económico (BEA, por sus siglas en inglés) informó que el Producto Interno Bruto (PIB) de Estados Unidos se contrajo un 0.3 % en el primer trimestre del año. De repetirse esta dinámica en el segundo trimestre, el país entraría en una recesión técnica, definida como dos trimestres consecutivos de crecimiento negativo del PIB.
Esta es la primera contracción trimestral del PIB reportada en tres años. Tras la publicación del informe, los principales índices bursátiles estadounidenses registraron caídas durante la jornada y cerraron con resultados mixtos.
Uno de los factores que contribuyó a la disminución del crecimiento fue el incremento sustancial en las importaciones, impulsado por decisiones corporativas de adelantar compras antes de la entrada en vigor de nuevos aranceles. Las importaciones aumentaron aproximadamente un 40 % en el primer trimestre, con un alza superior al 50 % en bienes importados, alcanzando un máximo histórico trimestral. En la contabilidad nacional, las importaciones se restan del PIB, por lo que este aumento representó una deducción de 4.8 % del crecimiento económico registrado.
Otro factor relevante fue la reducción del gasto público, que aportó una contracción adicional de 0.25 %. Esta caída podría estar relacionada con medidas aplicadas por el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés).
El consumo privado también mostró señales de desaceleración en comparación con el último trimestre de 2024, aunque experimentó un repunte del 0.7 % en marzo, impulsado por decisiones de compra anticipada frente a los nuevos aranceles.
A pesar de los efectos visibles de las políticas comerciales y de austeridad fiscal, el presidente Donald Trump negó cualquier responsabilidad de la actual administración en estos resultados. A través de sus redes sociales, afirmó que “este es el mercado de valores de Biden, no de Trump” y que “NO TIENE NADA QUE VER CON LOS ARANCELES”.
Más tarde, durante una reunión pública del gabinete, Trump amplió su comentario respecto al desempeño económico del primer trimestre: “Esto es responsabilidad de Biden”, declaró, “y se podría incluso decir que el próximo trimestre también lo es, porque estos procesos no se manifiestan de forma inmediata”.
La realidad factual es que, si la trayectoria macroeconómica actual continúa —caracterizada por la incertidumbre arancelaria, el gasto público restringido y un sentimiento de consumo cauteloso—, Estados Unidos corre el riesgo de entrar en recesión hacia mediados de 2025. Algunos indicadores clave a monitorear incluyen:
- Reducción de inventarios: tras el aumento de importaciones en el primer trimestre, los excedentes acumulados podrían limitar la producción en el segundo trimestre.
- Inversión empresarial: las caídas en la inversión en equipos e infraestructura constituyen señales tempranas de presión recesiva.
- Confianza del consumidor: la erosión del optimismo podría traducirse en una contracción del gasto de los hogares, especialmente ante precios al consumidor más elevados debido a los aranceles.
- Volatilidad del sector externo: medidas de represalia por parte de socios comerciales podrían debilitar la demanda de exportaciones y deteriorar las cadenas globales de suministro.
Una recesión bajo estas condiciones sería probablemente inducida por la política económica, más que por desequilibrios estructurales, lo cual implica que podría mitigarse —o incluso evitarse— mediante intervenciones adecuadas. Por consiguiente, para prevenir una recesión más profunda, los responsables de política económica en EE. UU. deberían considerar:
- Estabilizar la política comercial: ofrecer mayor claridad sobre los aranceles, especialmente con los principales socios comerciales, podría reducir la incertidumbre del sector privado y mitigar reacciones excesivas en la gestión de inventarios.
- Recalibrar la política fiscal: aplazar o compensar los recortes en sectores críticos permitiría mantener un nivel adecuado de demanda agregada.
- Reforzar la coordinación internacional: cooperar con aliados estratégicos para estabilizar las cadenas de suministro globales y evitar medidas de represalia mutuas contribuiría a preservar los flujos comerciales.
- Apoyar sectores vulnerables: las industrias altamente dependientes de insumos extranjeros o mercados de exportación podrían requerir financiamiento puente o medidas de alivio temporal.
En conclusión, la contracción del 0.3 % del PIB de EE. UU. en el primer trimestre refleja un entorno económico frágil, exacerbado por comportamientos comerciales reactivos y ambigüedad en la política económica. Si las amenazas arancelarias persisten sin mitigación, la incertidumbre resultante podría empujar a la economía a una recesión en la segunda mitad de 2025.
Con respuestas oportunas y focalizadas, Estados Unidos puede evitar que una corrección de corto plazo se convierta en una contracción prolongada. No actuar, sin embargo, implicaría el riesgo de transformar una desaceleración evitable en una recesión más profunda y estructural.