Se arruinó el plan democrático haitiano

Se arruinó el plan democrático haitiano

Encima del sufrimiento que provoca la catastrófica cifra de 200,000 muertos anunciada por las autoridades y expertos, la tragedia cumbre que subyace en el terrible terremoto que asoló al vecino estado es el daño severo, quizá irreparable, que infligió la naturaleza a la oportunidad de Haití convertirse en un estado funcional, democráticamente gobernado.

Si antes del martes 12 de enero pasado los organismos internacionales calificaban a Haití como la nación más pobre del Hemisferio Occidental, tras el seísmo de 7.3 en la escala de Richter, la nación francófona ha quedado degradada hasta el nivel de ser, literalmente, un Estado fallido.

Salvar esa situación representa el mayor desafío para la comunidad internacional, el gobierno y pueblo haitiano, pero un reto similar para la República Dominicana, la única nación que comparte frontera terrestre con Haití, y que en esa fortuita circunstancia histórico-geográfica de la Isla Hispaniola, los sucesos haitianos repercuten decisivamente hasta en la idiosincrasia nacional.

Pero, ¿qué era Haití antes de la devastación del 12 de enero? El gobierno apenas podía sostener al diez por ciento de las escuelas del país y a menos de un tercio de sus hospitales, según cifras de la ONU. Si los niños haitianos iban a la escuela, o si podían acudir a un centro de salud, los donantes extranjeros eran los proveedores.

Antes, el gobierno haitiano estaba tan debilitado que fallaba en ofrecer los servicios de subsistencia, y la densidad poblacional haitiana de 9 millones de habitantes era precariamente gobernada bajo el sueño democrático de René Preval.

Los haitianos seguían siendo dependientes de la ayuda extranjera y su seguridad interna la garantizaban los soldados en misión de paz de la ONU, la MINUSTAH, cuyo cuartel general se desplomó matando a funcionarios claves de su personal.

Luego del sismo, que colapsó la mayoría de los edificios públicos y forzó al Presidente Preval a conducir reuniones del gabinete desde la parte exterior de una estación de policía parcialmente arruinada, todo el drama anterior será doblemente verdad.Se intentará guardar las apariencias, pero creo que, definitivamente, Haití perderá todo vestigio de soberanía nacional y se convertirá en huérfano bajo tutela de la comunidad internacional durante el futuro inmediatamente previsible.

Siendo justos con la historia, muchas fuerzas sociales y políticas, no relacionadas a los desastres naturales, han causado la implosión del estado haitiano. La deforestación arruinó la agricultura, el gobierno maneja una base impositiva pequeña y piadosa. El presupuesto nacional (US1.1 billón) es inferior al de cualquier ciudad típica de clase media del mundo desarrollado.Décadas de tiranía y mal gobierno constituyen la causa fundamental del colapso haitiano previo al terremoto. Los más sanguinarios: Francois “Papa Doc” Duvalier (1957-1971), erigido en el gran sacerdote vudú con el respaldo de la temible policía secreta Tonton Macoutes; luego, su hijo, Jean Claude «Baby Doc» Duvalier, quien gobernó con el mismo estilo despiadado de su padre. Vive exiliado en París. Y Raoul Cedras (1991-94), el último garrote militar. Si se vinculan al fracaso estrepitoso de la clase política -Jean Bertrand Aristide y sus Lavalas, Leslie Manigat, Prosper Avril y otros- el atraso parecerá irreparable.

No obstante, Preval ganó el poder por segunda ocasión en elecciones libres en el 2006 (la primera vez, 1996-2000), y logró abrir un período esperanzador de relativa estabilidad y genuino gobierno constitucional. Ayudado por la ONU, Preval alcanzó ciertos progresos para echar andar la fábrica del Estado.

Es en ese amplio marco donde entra la reconocida solidaridad del Presidente Leonel Fernández y del pueblo dominicano, en ánimo de preservar esta nación de la crisis humanitaria secuela de la tragedia haitiana, y para que permanezca intacto, si es posible, el sueño democrático de René Preval.

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