¿Se atrevería  a comerse  a Bambi?

¿Se atrevería  a comerse  a Bambi?

EFE.  ¿Sería capaz, a sabiendas, de comerse el costillar de Bambi? ¿No? No, claro. Yo, tampoco. Pero ello, que demuestra que usted y yo tenemos corazón, no hará que yo vea en todo costillar de venado un trozo de Bambi, de modo que comeré ciervo con  tranquilidad y sin el menor problema de conciencia, prueba de que, además de corazón, dispongo de un cerebro útil.

Disney fue un habilísimo manipulador, además de militar en el maniqueísmo radical y de caer en la más repelente cursilería. De todos sus personajes, los únicos que despiertan mi simpatía son… los “malos”, con el magnífico capitán Hook -o Garfio- a la cabeza y figuras tan humanas como las de la reina de Blancanieves, la Cruella de Vil de “101 dálmatas…”

El problema es que Disney humanizó a los animales. Empezó por Mickey Mouse, que al fin y al cabo no es más que una rata (que ni siquiera cocina, como Rémy en “Ratatouille”), y siguió por toda la escala zoológica. Las criaturas de Disney hablan. Tienen sentimientos (muy americanos WASP, eso sí). Y acaban cayendo simpáticos a un montón de niños, que han derramado hectolitros de lágrimas cada vez que han visto morir en la pantalla a la madre de Bambi.

Y esos mismos niños, consumidores compulsivos de palomitas, hamburguesas y demás comida basura, han pensado que todos los ciervos son Bambi, y que para comer ciervo hay que ser peor que Hook y De Vil juntos. Y no es así.

Yo llego a un límite: si le pones nombre, no te lo comas. O, quizá mejor planteado: si te lo vas a comer, no lo bautices. Hasta ahí… creo que la opción carnívora es perfectamente válida. Respeto a los vegetarianos, aunque he de confesar que cada vez menos: mi respeto a los demás es directamente proporcional al respeto de los demás hacia mí, y últimamente los vegetarianos están, como diría el entrenador del Real Madrid, “muy creciditos”.

Hemos hecho animales “malos” (el pobre cuervo del arca de Noé, que muy lógicamente se buscó la vida, o el lobo de Caperucita, que hizo lo mismo) y animales “buenos”… que han renunciado a su propia esencia: son buenos porque son casi humanos. Y los animales no son así. Los cangrejos no son como el de “La Sirenita”: se cuecen, y se comen. Cualquier día, a otro avispado negociante como el congelado Disney se le ocurrirá una historia en la cual la protagonista será una zanahoria o (Dios no lo permita) una lechuga. Hablará, tendrá mamá y papá, derrochará “buenismo”… y los niños llorarán cuando la arranquen o cuando pase por allí un conejo, que será, naturalmente, de la Warner Brothers, y se la coma.

En fin, la conclusión es que lo que está ahí para ser comido, puede ser comido. Y nadie tiene derecho a criticar a nadie por lo que come o deja de comer. Que, Al fin y al cabo, ya saben lo que se dice de los chinos, cuya cocina es viejísima y muy sabia: se comen todo lo que tiene patas, menos las sillas, y todo lo que vuela, menos los aviones. Y les va bastante bien.

Animales tal cual son

Una mentira

Con la supuesta bondad de los animales hay que ser prudente. Ningún ciervo es Bambi: crecen y tienen cuernos. Las palomas son uno de los bichos más sucios y más belicosos que existen en el planeta… pese a lo cual tienen una imagen irreprochable.

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