Se avecinan tiempos borrascosos

<p>Se avecinan tiempos borrascosos</p>

FIDELIO DESPRADEL
El poderoso ejército norteamericano, el único en capacidad de sostener dos o tres conflictos regionales simultáneos, está en la antesala de la bancarrota en Irak y Afganistán, con la complicación de que ésta puede sobrevenir por una rebelión creciente en los Estados Unidos. Y al mismo tiempo, el omnipotente dólar, símbolo de la hegemonía del capital financiero norteamericano, ha iniciado, desde el 2002, una declinación, que los expertos predicen que se agravará en los próximos meses y años.

Es el cuento de cuál fue primero, si el huevo o la piedra. En el caso norteamericano lo fue la declinación del dólar, el gran símbolo de la hegemonía del capital financiero de la única superpotencia mundial.

La aventura irakí y en Afganistán, y el sólido apoyo bipartidista, y del grueso de la opinión pública en los Estados Unidos, a esta insólita agresión, expresaban que la estrategia militar, como contención de la declinación del dólar y del descalabro de la hegemonía financiera norteamericana, estaban sólidamente posicionadas en los Estados Unidos durante toda la década de los 90 y los principios del tercer milenio.

La región de los balcanes, Pakistán, Turquía, la cuenca del Mar Caspio; y además, Irak y Afganistán. El dominio absoluto en esta vasta región, donde se encuentra el 70% de los recursos petroleros mundiales, dependía de la estrategia de dominación militar en Irak y Afganistán, lo cual le habría permitido al imperio imponer sus políticas y sus planes económicos a Europa, Japón y demás potencias mundiales.

Pero esta estrategia está en franca bancarrota, y el dólar viene declinando desde el 2002, con perspectiva de que esta tendencia se acentúe, a medida que la hegemonía militar norteamericana siga siendo cuestionada y derrotada, y a medida que crezcan desorbitadamente los déficit norteamericanos, como pasa hoy en día.

La ecuación es muy sencilla. Desde 1945 hasta inicio de los 70, era el potencial industrial norteamericano y su supremacía en la innovación y gestión industrial y científica, lo que garantizaba la supremacía del dólar, del sector financiero norteamericano y del sistema de paridad dólar-oro. Desde que el gobierno norteamericano abandonó esta paridad, en 1971, amenazada por las reservas dolarizadas en poder de las demás potencias industriales, esta supremacía ha estado garantizada, tanto por la creciente potencia militar norteamericana como por la conversión de los Estados Unidos en la gran locomotora mundial, no tanto por su producción sino por su insaciable capacidad de consumo, tanto a nivel familiar como militar y de otra índole.

El creciente déficit norteamericano, como consecuencia de su declinación industrial, tecnológica y de gestión, ha venido siendo financiado por la acumulación de papeles-dólares, en manos de los bancos centrales de las potencias mundiales, incluyendo, recientemente, a China. A casi tres mil millones diarios alcanza la cifra en que, a través de la compra de papeles del Tesoro, acciones y otras compras-papel, los bancos centrales de las grandes potencias y de tantos y tantos países, subvencionan los inmensos déficit norteamericanos, para que éstos no generen un descalabro económico mundial.

Pero para mantener esta ecuación infernal, los Estados Unidos necesitaban dominar el 70% de las reservas de petróleo mundial y necesitaban imponer su hegemonía militar, a través del avasallamiento de Irak, Afganistán, y luego, Siria e Irán. Ahora todo este castillo se está derrumbando. Los estúpidos, los ignorantes y los que sólo se tranquilizan sobre la base de la supremacía norteamericana, les gusta soñar con que con el sólo hecho de que al señor Bush le propinen una pela en los Estados Unidos, y una tal Hilary Clinton tome la mandurria, el problema quedaría resuelto.

¡Vana ilusión! China y demás tenedores de la inmensa montaña de papeles del Tesoro y de otra naturaleza de los Estados Unidos, no se atreven a cambiar sus papeles por otras monedas o por oro, porque saben a ciencia cierta que con ello desatarían una catástrofe económica mundial. Pero a los Estados Unidos le pasa hoy en día como a la Inglaterra de mediados del pasado siglo, y a la Roma Imperial de los tres primeros siglos del primer milenio, que todo la sale mal, y el empantanamiento y la crisis se profundizan sin cesar. Y lo mismo le pasa a China y demás potencias económicas que sostienen esta absurda ecuación.

¿No será que el capitalismo como sistema mundial está entrando en su crisis final? ¿Cómo va a enfrentar el sistema mundial capitalista la catástrofe de la declinación creciente del dólar y la derrota de los ejércitos norteamericanos en Irak y Afganistán? ¿Puede transitarse desde este sistema unipolar, con una sola superpotencia mundial, a uno donde haya varios polos más o menos equilibrados? ¿Cómo puede ocurrir esta inédita transición?

Recuerden que cuando la potencia imperial de Inglaterra empezó a declinar, a principios y mediados del pasado siglo, estaban los Estados Unidos para llenar aquel inmenso vacío. ¿Quién puede llenar la inmensa furnia generada por la doble tragedia de la declinación del dólar y de la potencia militar norteamericana? ¡No hay dudas que vienen tiempos borrascosos en el mundo!

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