¿Se beneficia la economía nacional
con la baja del dólar?

¿Se beneficia la economía nacional <BR>con la baja del dólar?

POR ADOLFO MARTÍ GUTIÉRREZ
El tipo de cambio es sin duda uno de los precios más sensibles e importantes para toda economía pequeña y abierta. De ahí que cuando suba o baje una economía evidencie un cambio en la estructura de sus precios relativos determinando ganadores y perdedores en el mercado. Una moneda que se deja fluctuar libremente en respuesta a la oferta y demanda de divisas en el mercado se aprecia cuando el tipo de cambio disminuye y se deprecia cuando su tipo de cambio aumenta.

Es por ello que sus variaciones se conocen como depreciación o apreciación de la moneda, debido a que el valor de la moneda declina o aumenta.

Es conveniente indicar que no estamos acostumbrados a que el peso se aprecie, aunque esto signifique una muestra clara de que la economía se está fortaleciendo. La apreciación del peso ayuda a combatir el alza en los precios internacionales (como es el caso del petróleo), favoreciendo a aquellos que tienen préstamos en dólares y ganan en pesos. Si bien tiene además una relación directa con el déficit de la balanza comercial, el público recibe una oferta más competitiva debido a la reducción en los precios de los bienes importados y a una menor presión al alza inflacionaria. En cambio, los principales afectados siempre son los exportadores, quienes venden sus bienes en dólares y pagan sueldos y obligaciones en pesos; al igual que todos aquellos ahorristas que prefieran mantener sus balances en moneda extranjera.

EL PAPEL DE LAS INTERVENCIONES

Hay ciertas cosas que debemos tener en cuenta cuando analizamos el comportamiento del dólar. Primero, se entiende que una economía presente una estacionalidad en la oferta/demanda de dólares durante el año. Como los retornos de exportaciones entran en su mayor parte entre los meses de mayo/agosto, los flujos de dólares se reducen sustancialmente a partir del mes de septiembre. Por otro lado, las importaciones tienen un comportamiento más estable aunque con una cierta estacionalidad entre octubre/diciembre. Como resultado, el país tiende a tener un superávit en el mercado cambiario entre febrero/septiembre y un déficit entre octubre/enero de cada año.

Generalmente el Banco Central puede jugar como elemento “compensador” en la estacionalidad de la oferta/demanda del mercado de divisas. Por ello, el Banco tiene el mandato de mantener fuerte la moneda utilizando ciertos mecanismos para inyectar y retirar pesos de la economía, dependiendo de la coyuntura. La intervención es para fijar un piso en el nivel de tipo de cambio y sólo puede hacerlo cuando sea necesario. La meta es mantener la competitividad de la economía en un ambiente macroeconómico estable de déficit fiscal e inflación controlada. Para disminuir dólares del mercado, el Banco Central sale a comprar dólares con la justificación de evitar la volatilidad y desequilibrios en el tipo de cambio a fin de que no cause desorganización en el mercado. Muchas veces la regla de un Banco Central es “guiar” al tipo de cambio de tal forma en que el incremento en el tipo de cambio sea igual a la diferencia entre la inflación del país y la inflación promedio de sus socios comerciales, ponderado por balanza comercial.

FACTORES DETERMINANTES

Generalmente, la mayor parte de los analistas sostienen que la volatilidad de una tasa de cambio se encuentra en los llamados “fundamentos del mercado”. Por fundamentos del mercado se entiende la relación existente entre la evolución de las variables cuantitativas económicas claves (exportaciones, importaciones, oferta monetaria, inflación, etc.) y el tipo de cambio, que es un precio. La evolución de esas variables genera las señales a los agentes económicos, quienes a través de sus acciones en el mercado cambiario, provocan el reajuste del tipo de cambio.

Pero resulta que el tipo de cambio es un precio muy especial y complejo. En su determinación influyen, por supuesto, la oferta y la demanda de dólares, pero sobre todo las expectativas juegan un papel crucial para explicar las oscilaciones del día a día. En efecto, toda moneda extranjera es un activo, y como tal su precio hoy (el tipo de cambio), depende en gran medida del valor que se espera tenga en el futuro. Las bruscas oscilaciones que presenta el dólar de tanto en tanto, son más bien el reflejo de expectativas antes que de compras y ventas efectivamente realizadas. El tipo de cambio se “adelanta” a los acontecimientos, pues si se espera que los dólares valdrán más (o menos) pesos en el futuro, su valor efectivo comienza a subir (o bajar) casi inmediatamente.

Un aspecto clave a considerar para analizar el comportamiento del dólar en un país, es el porcentaje de entidades que tiene lugar en el mercado de cambios. Cuando son pocas, la entidad supervisora (Banco Central) debe vigilar y evitar, al igual que en cualquier mercado de esta naturaleza, que los protagonistas produzcan movimientos artificiales del tipo de cambio. Debemos tener presente además los factores que explican el tipo de cambio de equilibrio o teórico, cuyo más importante determinante (en un ambiente sin desorden monetario) es el tipo de cambio de las monedas de nuestros vecinos y principales socios comerciales (el dólar, el euro/marco y el yen). Sin embargo, en un escenario de desorden monetario, en el que la cantidad de moneda crece más rápido que la necesidad de circulante (demanda), el exceso se traslada a precios (inflación) y de allí al tipo de cambio. Cuando la inflación alcanza niveles muy altos, la relación entre inflación y devaluación es casi perfecta.

BENEFICIADOS Y PERJUDICADOS

La economía nacional es un todo muy complejo, con diversos agentes que se relacionan con el dólar de una u otra forma. Los consumidores urbanos, por lo general, se benefician con un dólar más bajo. Se benefician porque los productos importados que consumen bajan de precio, y los nacionales, para poder competir, también bajan. Como sus ingresos normalmente permanecen constantes en pesos, el poder adquisitivo real de la moneda se incrementa. Por otro lado, los importadores, ven como sus márgenes y ventas comienzan a repuntar. Por su parte, es obvio que los productores locales de manufacturas resultan más negativamente afectados cuánto más bajo se encuentre el dólar, pues sus productos tenderán a ser sustituidos por productos importados.

Lo que si es claro es que los importadores y comerciantes transfieren la suba del dólar a sus productos tratando de maximizar sus beneficios, por lo que en ocasiones los márgenes son sacrificados antes que verse forzados a vender menos. Es lógico que cuando el dólar baje, tampoco los precios bajen para estos productos. Como regla general podríamos pensar que aquellos bienes importados que tienen una elasticidad de demanda más alta (o sea cuya demanda reacciona mucho ante el precio), reaccionarán menos ante las oscilaciones del dólar. Por su parte, los bienes con elasticidad más baja (ya sea porque carecen de sustitutos o porque satisfacen necesidades básicas), reaccionan más rápidamente ante el dólar. Por otro lado, en un ambiente recesivo, los márgenes de los importadores ya se encuentran a niveles mínimos, por lo que no deberíamos esperar que cuando el dólar baja, los precios se ajusten en el mismo sentido.

En el sector rural, un dólar bajo repercute favorablemente abaratando el costo de vida para algunos productos (aunque no tanto como para los consumidores urbanos), y por otro lado, reduce los ingresos en pesos de los productores de bienes de exportación (café, cacao, azúcar y tabaco, principalmente). Por su parte, el Gobierno se perjudica un tanto con un dólar bajo, pues hoy día el flujo neto de ingresos relacionados al dólar (royalties/donaciones en moneda extranjera, y una porción de la recaudación tributaria) es ligeramente superior al flujo neto de egresos cotizados en moneda extranjera (compra de bienes y servicios importados, intereses en moneda extranjera y pago neto de deuda).

Los costos y beneficios de una reducción en la tasa de cambio se miden también a través del efecto en los precios que tiene la economía. Debido a que un porcentaje de los productos que componen el _ndice de Precios al Consumidor (IPC) es de origen importado (directa o indirectamente), es de esperar que la inflación se relacione con el tipo de cambio. De igual modo, los costos y beneficios de una reducción en la tasa de cambio también se evalúan en función a la rentabilidad de cada tipo de depósitos. Lo que tienden a hacer los analistas es considerar, por ejemplo, en un horizonte de 6 meses, la rentabilidad nominal de un depósito a plazos con respecto a la rentabilidad de un depósito en dólares para ese periodo. No obstante, para comparar los depósitos en dólares con los depósitos en pesos, un inversor le suma a la rentabilidad nominal del depósito en dólares la devaluación nominal esperada del tipo de cambio. Conforme a la diferencia de tasas de interés que el mercado aplica, si el inversor cree que la devaluación de la moneda nacional será mayor en seis meses, apostará por depositar en dólares, y si cree lo contrario apostará por depositar en pesos. Sin embargo, como se trata de un rendimiento esperado en dólares con respecto a un rendimiento seguro en pesos, lo prudente ha sido siempre no poner todos los huevos en la misma canasta, esto es mantener una relación de 60% en dólares y 40% en pesos.

En términos generales diríamos, que una baja del tipo de cambio ni beneficia ni perjudica a una economía. Un peso apreciado (o un dólar artificialmente bajo), a la larga perjudica a la producción nacional, y tarde o temprano, repercute sobre todo vía una mayor recesión. Un peso depreciado (o un dólar artificialmente alto), beneficia a los productores nacionales, pero perjudica a los consumidores (principalmente urbanos) obligando a pagar más caro por productos importados o a consumir productos nacionales de menor calidad. En términos macroeconómicos, un tipo de cambio apreciado, empeora la balanza comercial y reduce el ahorro corriente del país, incrementando el endeudamiento y/o reduciendo las reservas internacionales. Es por ello que, de tener que escoger entre una u otra situación, se recomienda un tipo de cambio ligeramente depreciado.

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