Se busca un peledeísta honesto

Se busca un peledeísta honesto

Llamó mucho la atención en Estados Unidos la condena a dos años y medio de prisión impuesta al ex- agente de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) John Kiriakou. La pena le fue impuesta por divulgar información sobre actos de tortura que la fiscalía consideró podría lesionar la reputación del gobierno de esa nación. La justificación para la condena fue su denuncia pública de que la CIA practicaba la tortura contra los detenidos como parte de una política oficial. Fue Kiriakou el primer funcionario gubernamental que confirmó el uso del submarino (Waterboarding) como método oficial de martirio para obtener información de parte de los opositores a las agresiones estadounidenses en el Oriente Medio.

Lo interesante del caso fue que, luego de escuchar la sentencia del juez, Kiriakou lucía aparentemente alegre ante su próximo encierro en una cárcel de Loretto, Pennsylvania. Incluso un centenar de amigos y simpatizantes le dieron una fiesta de despedida vistiendo ropa de color naranja, como la que usan los presidiarios en las cárceles estadounidenses. En el acto de despedida, Kiriakou dijo: “Esta condena la asumo como una medalla de honor.” En realidad, estaba cumpliendo con lo establecido en la Constitución de Estados Unidos. A la fiesta de despedida asistieron personalidades liberales de Estados Unidos, incluyendo al coronel de la Fuerza Aérea ® Morris Davis, quien renunciara a la fiscalía de la base de Guantánamo como protesta por las torturas que en esa prisión extraterritorial se practicaban.

Kiriakou ingresará a la cárcel el jueves 28 de febrero de 2013. Ante la inevitable perspectiva, trataba de tranquilizar a su esposa e hijos diciendo: “Luego de 15 años en la CIA, incluyendo aquellos como agente en Oriente Medio y el sudeste asiático, yo he vivido en peores lugares que la cárcel de Loretto. La prisión puede ser dura y estaré separado de la familia, pero puedo soportarla”.

Esta información del Washington Post, provocó que, mientras repasaba la nota periodística, pensara si pudiera darse un caso semejante en República Dominicana en torno a la corrupción gubernamental. Pensé en que todavía podría existir algún miembro del Partido de la Liberación Dominicana tan honesto como Juan Bosch y que, con abundantes pruebas en la mano y con sus propias vivencias como argumento, se atreviera a acusar ante los tribunales de la República a los principales funcionarios, evidentemente corruptos, de los gobiernos de Leonel Fernández.

Si fuera un miembro del Comité Político el que hiciera la denuncia tendría mayor fuerza. Es allí donde se emiten las dispensas por actos ilegales y se concentra lo peor de ese grupo corporativo. Si algún peledeísta tuviera los “jardines colgantes de Babilonia” bien puestos y osara enfrentar a la corrupción administrativa en la cúpula, de seguro que le pasaría algo semejante a lo del agente de la CIA que denunció la tortura. Lo someterían a la justicia por denuncias hechas que, según los cabecillas, atentarían contra la gobernabilidad del Estado dominicano. No habría que extrañarse si la DNCD le depositara drogas en su auto o en las mochilas escolares de sus hijos como descrédito. Como también podrían inventarle mil diabluras y falacias para que la gente perdiera confianza en las denuncias hechas contra la dirigencia gubernamental. Los tribunales actuales de Justicia, ensamblados por la perversidad presidencial, de seguro lo condenarían como difamador si no es que lo desaparecen en un “intercambio de disparos” con la Policía Nacional.

Pero hay momentos en los que el futuro de la patria merece que uno asuma riesgos enormes. Algunos hemos sufrido cárceles y torturas, las que llevamos como medallas de honor por haber luchado contra la corrupción y el crimen de los gobiernos de Joaquín Balaguer. Hoy por hoy son balagueristas los más sumisos y aprovechados aliados del grupo corporativo peledeísta.

Soñar no cuesta nada, es cierto. Pero esto nos lleva a la conclusión de que cuando se habla de corrupción en los gobiernos recientes no hay excepciones a la regla: todos los funcionarios peledeístas son corruptos. Porque el que calla ante la comisión de un delito se hace cómplice, de hecho, de cada crimen porque parece que en esa fauna nadie tiene bien puestos los “jardines colgantes de Babilonia”.

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