Se busca una solución asiática para trampa de deuda de EEUU

Se busca una solución asiática para trampa de deuda de EEUU

POR MARTIN WOLF
Hacen falta dos para bailar el tango. Este ha sido uno de los dos temas de mis columnas recientes sobre los desbalances de la cuenta corriente global. Los enormes déficits que sufre Estados Unidos, son la imagen en el espejo del excedente de ahorros del resto del mundo. Pero el baile se está haciendo más desenfrenado. También ha sido mi otro tema: es necesario llamar a un paro, antes de que se produzcan graves daños. «El juego de la culpa» entre los políticos es una idiotez: han creado el problema juntos y juntos tienen que resolverlo.

El objetivo es reducir la dependencia del resto del mundo al derrame de exceso de demanda de EEUU y de otros pocos países de altos ingresos (en particular, el Reino Unido, España y Australia), mientras se sostiene la actividad económica global. Para alcanzar esto, necesitamos hacer dos cambios: una reducción en la demanda agregada, relativa al suministro potencial, en países en déficit (y compensar los incrementos en los que tienen excedentes), y una depreciación de la tasa de cambio real en los países en déficit, para cambiar la producción hacia -y la demanda de- productos y servicios comercializables.

¿Cuán difícil sería el ajuste necesario? El primer paso hacia una respuesta es decidir cuán sostenible pudiera ser un déficit en la cuenta corriente de EEUU. En una columna reciente (FT, 15 de diciembre) Raghuran Rajan, el jefe económico del Fondo Monetario Internacional, sostiene que EEUU pudiera sostener un déficit de cuenta corriente de 35 por ciento del producto interno bruto (la mitad del nivel actual) indefinidamente. Dado el crecimiento potencial de EEUU, las obligaciones externas netas se estabilizarían en 50% del PIB, contra un 30% hoy. Dado el excedente crónico en los ahorros en Japón y otros varios países de altos ingresos, esos déficits y obligaciones parecen razonables para la economía mayor y dinámicamente más avanzada del mundo.

Supongamos, entonces, que el déficit de la cuenta corriente se fuera a reducir de 6% a 3% del producto interno bruto durante media docena de años. Con un crecimiento potencial de suministro de 3½ % al año, se necesitaría que la demanda real creciera cerca de 3%. Entre 1996 y 2005, la demanda real habría crecido 0.4% al año más rápido que la producción. Por eso, la demanda real interna estaría creciendo cerca de un punto porcentual al año más lentamente que como lo hizo en la última década. Esto sería apreciable, pero no agónico.

La reducción correspondiente en el resto del excedente en la cuenta corriente del mundo sería cerca de 1% de su PIB en conjunto. Esto parece bastante modesto. Pero la eurozona y Japón, que representan cerca de un tercio del PIB global a precios del mercado, necesitarían expandir la demanda relativa al suministro. Esto representaría un marcada inversión de las tendencias de la década pasada.

Veamos ahora los cambios que se requieren en las tasas de cambio reales. Para lograr una caída en el déficit de la cuenta corriente, con empleo pleno, de 3% del PIB, el incremento en el suministro interno -y la reducida demanda interna- para productos y servicios comercializables en EEUU representaría cerca de una octava parte de la producción actual en este sector. Algunos analistas indican que el ajuste en la tasa de cambio real general necesario pudiera estar cerca de 30% del pico de hace tres años. Ello implicaría una nueva depreciación, casi tan grande como la que hemos visto hasta ahora.

Si una reducción a la mitad del déficit de la cuenta corriente, en relación con el PIB, y una baja en general de 30% en la tasa de cambio real del pico de principios de 2002, es el ajuste que estamos buscando, ¿cumplirá el mercado? La respuesta es: solo si se le permite hacerlo.

Como sostienen los economistas del Deutsche Bank, ha surgido un área nueva informal del dólar que contiene países que, o bien tienen tasas de cambio fijas al dólar (China, la más notable), o que al menos intervienen con fuerza en los mercados monetarios. Esta nueva área del dólar contiene más de la mitad de la economía mundial. Pero también tendrá un déficit en general de cerca de US$260 millardos en 2004. No sorprende que las monedas del área del dólar hayan estado decayendo frente al resto.

Y mientras el dolor aumenta, dice Deuteche Bank, la eurozona pudiera también embarcarse en intervenciones de divisas y así se incorporaría al área informal del dólar, aún en los dientes de la oposición del Banco Central Europeo. La mayor parte del mundo estaría entonces suscribiendo el déficit financiero externo (e interno) de EEUU. Esto sería el nirvana para los políticos estadounidenses, en el corto plazo. Pero también pospondría -y exacerbaría- los ajustes necesarios.

Hay una forma mejor: ajustes de todo tipo. Los jugadores claves aquí serán los países asiáticos en desarrollo. Bajo casi cualquier circunstancia, Japón tendrá excedentes en la cuenta corriente durante años. Lo mismo es válido para Europa continental. Ambas son regiones con una tendencia natural a ahorrar más de lo que pueden invertir. Pero el Asia, sin Japón, contiene las economías de crecimiento más rápido del mundo, y las mayores poblaciones. Estos son países de los que normalmente se podría esperar que incurrieran en déficit de cuenta corriente, financiada por influjos de capital a largo plazo.

Sin embargo, eso no ha ocurrido, en gran medida porque la intervención sobre la tasa de cambio y la esterilización monetaria están afectando el ajuste natural. El resultado ha sido una asombrosa acumulación de reservas en divisas. Por cualquier norma concebible, estos países tienen más reservas de las que necesitan. China, por ejemplo, tiene reservas iguales a un tercio de su PIB, de una sexta parte hace cuatro años. ¿Qué sentido tiene exportar productos reales a cambio de pedazos de papel  cuyo valor va a desplomarse cuando los chinos busquen hacerlo valer? Sería mucho más sensato tolerar déficit en la cuenta corriente igual, al menos, al influjo de inversión extranjera directa.

El mundo solo se deshará de su dependencia de la acumulación de enormes obligaciones norteamericanas si el Asia no japonesa -sobre todo, China- desempeña el papel que se espera de los países de crecimiento más rápido y más poblados del mundo. Los países del tamaño de continentes no deberían seguir jugando el juego mercantilista de acopiar reservas indefinidamente.

Asia, sin incluir Japón, necesita convertirse en un importador neto de capital. Déficits de cuenta corriente agregada de no menos de >US$150 millardos al año, en los precios de hoy, serían muy útiles. Facilitar el surgimiento de eficientes mercados de capital y una demanda dinámica de los consumidores necesarios para esto es en gran medida la más alta prioridad macroeconómica. Reformas como esa no solo ofrecen el único escape duradero de la trampa de la deuda de EEUU. También son exactamente los cambios que Asia necesita para su propio desarrollo a largo plazo.

TRADUCCION: IVAN PEREZ CARRION

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