VIENA. AFP. El 28 de julio de 1914, Austria-Hungría le declara la guerra a Serbia y abre las compuertas de la Primera Guerra Mundial, un conflicto de gran una magnitud y una duración.

La noticia se difunde y los habitantes de Viena salen a festejarla. «¡A mis pueblos!», dice la primera fase de la proclama del emperador Francisco José. Los vieneses tomaron las calles coreando «hurras» e himnos monárquicos. Las banderas ondeaban en los balcones y el relevo de la guardia imperial frente al Palacio de Hofburg se transformó en una fiesta, con músicas militares. La propaganda alentó las reuniones patrióticas, que se sucedieron desde el ultimátum enviado a Serbia el 23 de julio.

El fervor fue menos evidente en los suburbios y en los campos, apunta el director del Museo Militar de Viena, Christian Ortner. «La clase media y la burguesía apoyaban la guerra, pero en las zonas rurales pensaban en los caballos, en los hijos que serían movilizados y en la catástrofe anunciada para la agricultura», dijo Ortner.

En su proclama, Francisco José indica que hubiera querido evitar a sus pueblos «los duros sacrificios de la guerra». Pero la guerra era una opción clara antes del ultimátum que emplazaba a Belgrado a dejar que las autoridades austríacas investigasen en Serbia el atentado que 1 mes antes había costado la vida al archiduque Francisco Fernando, sobrino del emperador y heredero del trono.