Mencionar “Guerra Fría” remonta a un momento histórico tenebroso en que el mundo vivía al borde de la guerra nuclear pero no se llegaba a ella: Cuba fue “epicentro” de la única crisis nuclear. Era la confrontación de dos poderosos bloques militares en un juego estratégico donde uno pretendía expandir su sistema y el otro evitarlo a toda costa. Ahora, cada vez más, hacen referencia a otra supuesta “Guerra Fría” entre China y EEUU. Sin embargo, lo que está en juego, hoy por hoy, no es una eventual guerra nuclear, las incontinencias verbales, menciones de supuestas conspiraciones no demostradas e incontrolables imaginaciones no buscan poner a punto misiles aunque unos renuevan la carrera armamentística gastando innecesariamente lo que debieran dedicar a cobertura y eficiencia de sistemas de salud nacionales y globales.
Para EEUU y la Unión Europea, China representa un desafío “sistémico”. Pero seamos precisos, aunque tratando de manipular a la opinión pública con frecuencia hablan de las “amenazas” de China con referencias al Partico Comunista –pretendiendo revivir viejos fantasmas y temores- es contundentemente cierto que Beijing no ha dado ninguna señal de pretensiones de dominio mundial y con relación al liderazgo global de Washington lo único que ha señalado que declinará es el poder absoluto del dólar, con lo cual coinciden múltiples analistas no comprometidos. Solo bordeando la irracionalidad o pensando que los pueblos del mundo no tienen capacidad de análisis, se puede creer que EEUU dejará de ser una gran potencia. Es tan absurdo eso como pensar que se podrá evitar compartir liderazgos y espacios con China. El peligro “sistémico” que preocupa a EEUU y Europa no es la propagación del modelo chino sino que en el sistema creado después de la Segunda Guerra – a su conveniencia – haya irrumpido un nuevo y poderoso actor. China, habiendo sufrido en su historia, en repetidas ocasiones, el ultraje y la humillación de diversos poderes imperiales no va a resignarse, ni permitir, a que marginen y acorralen al país que, para asombro honesto del mundo, se ha transformado en tiempo record de Norte a Sur y de Este a Oeste. Su propia estrategia de desarrollo se enmarca en sus fronteras nacionales: “socialismo con características chinas”. El mensaje implícito y explícito que proyecta es que cada país tiene que identificar su propia estrategia.
Lo que sí “horroriza y espanta” es la política internacional china con flujos de financiamientos, préstamos y asistencia además de haberse convertido en primerísimo socio comercial de decenas de naciones y, en consecuencia, se profundiza el anacronismo del viejo establishment de dominación mundial. El choque China–EEUU se agudizará de aquí a las elecciones y después, cualquiera que sea el resultado, el conflicto seguirá por años aunque con menos virulencia porque Europa, a pesar de sus aprehensiones, ve a Beijing como un poderoso potencial socio. No firma memorandos para la Ruta de la Seda, excepto Italia, pero las líneas ferroviarias los conectan.
A diferencia de la “era soviética”, con partidos comunistas por doquier, ahora no se crean partidos “pro chinos” pero si crecen cada vez más quienes admiramos la espectacular gesta económica de China.