Tenemos que acostumbrarnos a vivir con altos volúmenes de deuda
La deuda mundial, que ascendía a $164 billones en 2016, equivalente al 225% del PIB, aumentó a US$255 billones en 2019, un 322% del PIB, y por la pandemia sumó US$87 billones, 40 puntos porcentuales del PIB, hasta mediados de año.
Para nosotros el problema no es menor, el volumen también es históricamente muy alto, desde hace tiempo no deja de crecer, y únicamente gracias al fuerte crecimiento del PIB nominal se consiguió controlar el aumento como porcentaje del producto.
Parece tenemos que acostumbrarnos a vivir con altos volúmenes de deudas, su peso en el producto seguirá siendo considerable. Este año el brinco no tiene precedente.
Por la contracción del PIB (4%) los US$35,942.5 millones adeudados a final de 2019, pasarían de suponer 40.2% del PIB a 44.3% en 2020. A ello habría que sumar nueva deuda por US$7,000 millones por déficit fiscal (RD$418,157 millones) de 9.5% del PIB proyectado para el año, elevando el total a US$42,942.5 millones, 53% del PIB. Es decir, estamos un 12.8% del PIB más endeudado que a final de 2019.
Los riesgos son un eventual endurecimiento de las condiciones financieras y el efecto bola de nieve, más déficit porque hay más deuda, y por tanto, hay que pagar más intereses. La montaña de deuda en tiempos normales la reducimos atajando el déficit fiscal recaudando más, gastando menos o haciendo ambas cosas.
Vendiendo activos públicos, siempre que los ingresos se apliquen a la amortización de la deuda. Con mayor inflación, lo que no es deseable, es un impuesto que penaliza a los pobres y muy pobres. Con tasa real de crecimiento del PIB superior al tipo real de interés anual de la deuda. En el mediano plazo a través de la consolidación fiscal para lo que se necesita la reforma fiscal integral.
Pero no estamos en tiempos normales, el problema de la deuda es global y global debe ser la solución que recae en el FMI y el Banco Mundial.
El virus desplomará el PIB latinoamericano entre 7.2% (Banco Mundial) y 9,1% (Cepal) en 2020, complicando mucho la perspectiva de resarcir la deuda. Deben diseñar una estrategia de amplio alcance que apoye iniciativas nacionales y estimule la producción, para lo que se necesita mucho capital.
Se debe evitar la experiencia de entre 1970 y 1989, cuando los países latinoamericanos acumularon un volumen de deuda que no pudieron devolver, el PIB creció 2.3%, pero el per cápita se desplomó en 9% de 1980 a 1985.
En concreto, crear una línea de crédito con cero interés para que los países de la Región completen la parte de la deuda que no pueden pagar y eviten suspensión de pagos, con expectativas de crecimiento futuro fuerte y sostenido con empleos productivos. El dinero deben buscarlo en Estados Unidos, China o donde sea, sabiendo que, como el Plan Marshall que levantó a Europa de las ruinas, la ayuda financiera tendría motivos políticos. Estados Unidos buscaba -lo logró- contener la expansión del comunismo al inicio de la Guerra Fría, creando países prósperos en Europa occidental.
Este podría ser el momento más alto o el más triste para el FMI y el Banco Mundial. De fallar la historia contará que no tuvieron a la altura de las circunstancias.