Se esfuman obras de valor histórico

Se esfuman obras de valor histórico

La estructura del nuevo Oncológico. Hoy/ Napoleón Marte 20/11/2019

Alrededor de diez obras de inestimable valor histórico y artístico que no solo fueron encargadas por el Estado sino inauguradas con gran solemnidad y entusiasmo por gobernantes y funcionarios han desaparecido o las han eliminado a pesar del tiempo y el esfuerzo que representaron para su autor y sus colaboradores y de la inversión económica que significaron para el erario.
Se trata del Museo y Parque de La Caleta; el Móvil Unicinético que representaba las tres culturas que forman el pueblo dominicano y que se exhibía en el patio central de la Biblioteca Nacional; los paneles flotantes del Aeropuerto Internacional de las Américas, de tal originalidad por los materiales y estilos, que fabricantes extranjeros los llevaron a sus países para demostrar que el plástico podía ser usado en obras de arte.
Eliminaron, además, el majestuoso Museo del Instituto Dominicano de las Telecomunicaciones (Indotel), que con tanta euforia inauguró el presidente Leonel Fernández el 18 de julio de 2011 y mostraba la evolución de la comunicación en Santo Domingo desde la prehistoria hasta el advenimiento del celular.
Se llevaron la espada sobre la roca que rompía una fuente de la que brotaba agua, símbolo que unía los pueblos de América, plantada en el Alcázar de Colón y exaltada por Balaguer cuando la presentó destacando que allí solo había existido un estacionamiento y unos pobres jardines. La espada era de bronce. ¿La fundirían?
El ingenioso “Triunfo sobre la muerte”, que recibía con esperanza y paz a los pacientes del nuevo hospital Oncológico, se esfumó, al igual que la parte más representativa de la antorcha de los XII Juegos Centroamericanos y del Caribe celebrados en el país en 1974.
Arrasaron con la plaza de la avenida Abraham Lincoln, tan acogedora con sus jardines, medialuna, bancos, y la impresionante escultura de Abelardo, “Uno de tantos”.
El realizador y director de todo ese patrimonio, arquitecto Cristian Martínez Villanueva, habla de ellos con alegría y dolor de padre. Porque producirlos fue un desafío, el comienzo de un dolor que culminó con el nacimiento de una criatura sana, robusta, admirada por su belleza, celebrada por la originalidad y la maestría de sus detalles y matices. Mil veces contemplada, pues cada pieza era reminiscencia del pasado nacional.
Y siente inconsolable pena porque son como hijos cuyas vidas han cercenado o desaparecido. Estas pérdidas han transformado su carácter. Está frustrado. “Se hicieron para dejar testimonio al pueblo dominicano de su evolución histórica”. Son obras de un autor dominicano y se entiende que deberían estar protegidas por la Ley de Propiedad Intelectual, comenta. Fueron producciones pagadas por el Estado dominicano.
Martínez Villanueva conserva en imágenes el tiempo de crecimiento y el desarrollo de cada una hasta llegar a la foto que refleja su culminación. Atesora páginas de periódicos anunciando su presentación al público, programas y discursos que tenía empolvados para no sufrir suponiéndolas hechas trizas, abandonadas, oxidadas, irremediablemente perdidas.
Solo sabe de dos: los paneles flotantes del aeropuerto, que se los devolvieron cual despojos porque en su lugar se colocaría un gran anuncio de Coca-Cola, y el móvil unicinético, que en los tiempos en que José Rafael Lantigua fue ministro de Cultura, le prometieron que sería colocado, aunque en un sitio nuevo. Eso no ocurrió.
En donde estuvo el móvil fue colocado un ascensor. Este y los paneles flotantes los conserva Martínez en un depósito y asegura que pueden reinstalarse.
Primero regocijo, hoy amargura. El 15 de diciembre de 1973 se inauguraron la “Plaza y Fuerte del Alcázar de Colón”, diseño y realización de Cristian Martínez. Ahí estaba la espada hoy inexistente.
El parque de La Caleta, inaugurado el 23 de febrero de 1974, fue descrito como “una verdadera joya arquitectónica que constituye un orgullo para el pueblo dominicano. Está dispuesto para rescatar y preservar el patrimonio nacional”.
Ubicado frente a la Autopista de las Américas, fue la primera obra de ese género que se realizó en el Caribe. “Era un museo in situ. Los esqueletos se quedaron en su lugar pues era un antiguo cementerio taíno. Cercano al mar, contaba con cafetería, lagos, paseos, playa para pescadores. “Era un paisaje marino tipo indígena, de bohíos gigantescos, un lugar cerca de la ciudad, de esparcimiento, con yolitas, trencitos, estación de tren”, explica su ejecutor y diseñador
Añade que las excavaciones estuvieron a cargo de Manuel García Arévalo, Fernando Morbán Laucer y Luis Shanlatte. El único monumento era la escultura de un arqueólogo, obra de José Ramón Rotellini.
En el Centro Olímpico, por otro lado, los jardines que llevó Cristian Martínez fueron mutilados y de la antorcha de los XII Juegos, que él construyó e inauguró Balaguer, solo dejaron la estructura. “El quemador lo canibalizaron”. Explica que representaba un trigonolito taíno, en acero inoxidable, de grandes proporciones, y dentro del monolito estaba el fuego. Desapareció la parte central”, dijo.
Los paneles del aeropuerto eran un espectáculo a la vista, además de su sentido histórico del vuelo, desde el mito de los satélites artificiales y los viajes de los astronautas, hasta los aviones modernos. Fueron hechos durante un año en plexiglás, y armados en Italia. Eran láminas suspendidas con cables de acero. Los quitaron cuando la terminal pasó a manos extranjeras.
Y la obra de más reciente desaparición es la del nuevo hospital oncológico. “Producirla fue un reto. ¿Me preguntaba: qué pongo donde va la gente angustiada que quiere salvarse? Diseñé una figura femenina a la que se le había caído el cabello por el efecto de la quimioterapia, el horizonte es un mar, que ofrece tranquilidad, el cielo es azul y la figura central desplaza unas ataduras para simbolizar el triunfo sobre la enfermedad. La idea era que, al verla, el paciente recibiera tranquilidad”.
Los paneles, añade, “eran de Sintra, un plástico blanco, opaco, ideal para hacer pintura moderna. Los quitaron, no sé quién ni por qué”, sostuvo.
Resumiendo todas estas pérdidas con expresión decaída, pregunta y responde: “¿Dónde están? Lo ignoro”.

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