Se extiende la violencia en Francia

Se extiende la violencia en Francia

PARIS (AFP) – Francia decretará el toque de queda si fuera necesario para intentar contener la ola de violencia que sacude a los suburbios de muchas ciudades en todo el país desde hace once días y que este lunes se cobró la primera víctima, anunció el primer ministro Dominique de Villepin.

   «Los prefectos podrán, bajo la autoridad del ministro del Interior, imponer el toque de queda si lo estiman útil para permitir el retorno a la calma», anunció el primer ministro en una intervención en la cadena privada de televisión TF1.

   El alcalde de Le Raincy, una pequeña ciudad cercana a París, fue el primero en decretar un «toque de queda excepcional» que entrará en vigor esta misma noche.

   El primer ministro acusó a «redes criminales organizadas de apoyar los desórdenes», aunque también, dijo, son obra de «jóvenes en ruptura social».

   Más de 1.500 reservistas, gendarmes y policías reforzarán los 8.000 hombres que ya operan en el terreno para tratar de contener esta ‘guerrilla’ urbana que cada noche crece como una bola de nieve y se propaga por los suburbios del territorio nacional.

   La noche del domingo al lunes fue la más violenta de las vividas desde el pasado día 27 de octubre, cuando se iniciaron los motines tras la muerte accidental de dos adolescentes en Clichy-sous-Bois, en el noreste de París.

   Al menos, 36 policías fueron heridos, más de 1.400 vehículos calcinados y se registraron importantes destrozos materiales en cerca de 300 localidades de todo el país.

   Este lunes falleció un hombre que fue golpeado el pasado viernes por un joven encolerizado en la localidad de Stains, en la periferia norte de París, la primera víctima mortal de esta ola de violencia protagonizada por jóvenes, mayoritariamente franceses, de origen africano y magrebí.

   Dos policías fueron heridos por tiros de escopeta, en la región parisiense. Algunos jóvenes quieren «matar», aseguró un policía. «Cada noche es más violenta», explicó por su parte un comisario.

   La policía, que parece impotente para controlar esta revuelta, ha detenido a cerca de 400 personas, muchos menores de edad, de las que 83 han sido condenadas a penas de cárcel.

   De Villepin exhortó a la responsabilidad de los padres para que se restablezca la calma y pidió que en estas circunstancias, se mantenga la «sangre fría».

   Las provincias, con ciudades como Marsella, Lille o Toulouse a la cabeza, están más afectadas ahora que los barrios periféricos situados a unas decenas de minutos en metro del corazón de París.

   Los jóvenes –algunos sólo tienen 12 ó 13 años– se coordinan con gran eficacia, gracias a los teléfonos móviles e internet y en los ‘blogs’ llaman a la guerra.

   La mayoría grita su odio al ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, que tildó de «racaille» (escoria) a la gente de los suburbios.

   Algunos han prometido que van a «quemar todo» y sus blancos preferidos son los edificios públicos, símbolo del Estado. Por primera vez los cócteles molotov fueron dirigidos a dos iglesias, una en Sète (sur) y otra en Lens (norte).

   La escalada de la violencia preocupa cada vez más a la clase política francesa. El presidente Jacques Chirac ha convocado para el martes un consejo de ministros.

   De Villepin anunció que su gobierno «restaurará la contribución» financiera a las asociaciones en los barrios sensibles, fuertemente afectados por el desempleo y la pobreza, que fue «reducida» en los últimos años, sobre todo después del regreso de la derecha al poder en 2002.

   La Unión de Organizaciones Islámicas de Francia (UOIF, cercana a los Hermanos Musulmanes) decretó una «fatwa» (decreto) condenando la violencia y pidió este lunes a los jóvenes musulmanes que «contengan su ira».

   El principal sindicato de magistrados, el USM, describió la situación como «insostenible» ante la lluvia de casos y detenciones, 1.200 en total, vinculadas con la violencia.

   El diario de izquierda Liberation evocó los riesgos de «pánico» en el país si «hubiera la sensación de que el Estado deja de ser garante de la paz pública».

   La situación empieza a preocupar a los países europeos, por el eventual contagio de esta revuelta.

   Algunos países, como Gran Bretaña, Japón o Australia, han advertido a sus ciudadanos y a los turistas de la situación explosiva que reina en los barrios  periféricos de las ciudades francesas.

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