Se fue el Coronel Cabulla

Se fue el Coronel Cabulla

La muerte del general Féliz Cabulla, de la Policía, me estremeció. Se trataba de un hombre bueno. Valiente sin temeridad. Cumplidor y disciplinado. Exigente sin abusos. Componedor. De palabra fácil y convincente, cuyos servicios durante el tiempo en que operó el Programa Policial de Integración Comunitaria (PPICO) fueron de inestimable ayuda.
Sereno, entraba sin escolta a las jurunelas más recónditas de los barrios de la zona norte de Santo Domingo, con el aval del deber cumplido sin abusos, sin excesos, a patrullar como oficial de la ley, cuya misión siempre debe ser de paz, sin actuaciones con aires de perdonavidas.
Aunque muchos equivocados que visten el uniforme de la Policía actúan como si la población estuviera constituida por enemigos peligrosos, que odian el uniforme y a quienes lo visten, lo cierto es que la misión fundamental de cualquier miembro del cuerpo es proteger a los ciudadanos, intervenir en favor de aquellas personas a quienes se les violan sus derechos, prevenir los crímenes, adelantarse al peligro. Un policía es y debe ser un guardián al servicio de los ciudadanos, no un castigador, no una amenaza a la paz, no un cuco que mete miedo con su sola presencia.
Féliz Cabulla siempre actuó sabiendo que su misión de proteger a los ciudadanos era lo fundamental y que para ello tenía que ejercer la autoridad que le confió la República, de modo decente, educado, respetuoso, inteligente, conciliador, previsor, recio y firme sin cometer excesos.
La Policía ha tenido épocas y épocas, conductas e inconductas que provienen de las altas esferas del gobierno, de los superiores del cuerpo y del desconocimiento e incumplimiento de la ley, la Constitución y los propios reglamentos de la institución.
Apena saber que un policía necesita del auxilio de su mujer, de su familia y del desempeño de más de un oficio o profesión, para mantener una actuación sin manchas, en lo económico, porque recibe un sueldo de vergüenza. No ocurre lo mismo con policías que, aunque nadie investiga, sacan fortunas de sueño cuyo origen nunca podrán explicar. Cabulla no fue de esos oficiales.
Son los policías de a pie, jóvenes quienes actúan en la primera fila, en la vanguardia, contra asaltantes, ladrones, violadores, asesinos, exponiendo sus vidas con una dedicación y un valor digno de hombres desprendidos, serios, honorables, aunque no sean reconocidos.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo, que tantas escaramuzas ha tenido con la Policía, concedió a Féliz Cabulla y a mi hijo, el coronel (r) de la Policía Julio Heberto Gautreaux Martínez, sendos reconocimientos por mantener una conducta policial correcta en varias ocasiones en las que comandaron efectivos para mantener el orden en los alrededores del recinto.
Paz a sus restos.

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