Se ha ido el Pastor

Se ha ido el Pastor

Con la muerte de Juan Pablo II (Karol Józef Wojtyla) la humanidad, en absoluto, pierde a uno de sus guías espirituales más abnegados e intensos, precursor de la paz entre los hombres y forjador de la mayor apertura experimentada por el Estado Vaticano y la Iglesia Católica en toda su historia.

Su estilo le llevó a ejercer una labor pastoral que tenía su fuerte en el contacto con los pueblos. Eso explica que haya superado de manera desbordante las millas recorridas y las horas de vuelo de todos sus antecesores, viajando por todo el mundo, en giras que incluyeron la segunda visita de un papa a Latinoamérica y la primera a la República Dominicana, la que visitó en tres oportunidades.

Su pontificado dejó a la humanidad grandes frutos espirituales, no solo porque fue el tercero más largo después de los de San Pedro y Pío IX, sino por la intensidad conque ejerció un trabajo pastoral que procuró la hermandad entre la Iglesia Católica y las diferentes denominaciones religiosas del mundo. Su vocación por la hermandad fue tal, que al inicio de su papado el Estado Vaticano mantenía relaciones diplomáticas con ochenticuatro estados, y para el 2004 ya el número había aumentado a 172.

Conocedor de los horrores de la guerra, que vivió en carne propia durante las invasiones que contra Polonia, su país natal, cometieran Alemania y la Unión Soviética, Juan Pablo II hizo un énfasis sorprendente en la gestión por la paz y la solución de los conflictos en todo el mundo.

–II–

Karol Józef Wojtyla, hijo de un obrero siderúrgico, de humildísima extracción, nació en Wadowice, Polonia, el 18 de mayo del 1920. Vivió y padeció las terribles dificultades que agobiaron a su país, y se aferró al sacerdocio.

Sus calificaciones sobresalientes le permitieron alcanzar posiciones relevantes en la Iglesia Católica de Polonia. Fue obispo auxiliar de Cracovia desde el 4 de julio de 1978, arzobispo en la misma jurisdicción desde el 13 de junio de 1964 y alcanzó el grado de cardenal desde el 28 de junio de 1967.

Su extracción, y sobre todo los horrores de la guerra, le convirtieron en un fervoroso abanderado de la paz y la libertad de los pueblos.

Tuvo la grandeza de humillarse ante el mundo para pedir, a nombre de la Iglesia Católica, perdón por algunas acciones cuestionables del pasado, como es el caso de su papel ante los judíos.

Su intensa labor pastoral no escapó a las malquerencias. En 1981 fue gravemente herido de bala por el activista musulmán Mehmet Alí Agca, a quien posteriormente Juan Pablo II visitó en la cárcel para perdonarlo y bendecirlo. El 6 de enero de 1995, durante una de sus visitas a Filipinas, las autoridades desmontaron una conspiración para asesinarle. Wojtyla también perdonó a los conjurados.

Definitivamente, el fallecimiento de este pastor incansable causa un gran vacío en una humanidad necesitada de una asistencia espiritual tan intensa como la que él practicó. Su liderazgo mereció el respeto hasta de quienes profesan creencias religiosas hostiles a la Iglesia Católica.

Descanse en paz, pastor.

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