El uso abusivo y desproporcionado de sustancias prohibidas en procura del máximo rendimiento por parte de deportistas profesionales y olímpicos ha tenido en la actualidad profundas repercusiones sociales, sanitarias, morales, jurídicas y comerciales, a tal punto que renombrados analistas han puesto en tela de juicio la efectividad de la cantaleteada lucha contra el dopaje a nivel global.
La particularidad del problema se origina en la intensidad deportiva detrás de ventajas económicas y fama, que ha conducido a la proliferación de todo tipo de esfuerzos, sin importar los medios al ser cada vez más difícil conseguir una superioridad física y técnica mediante mecanismos habituales de entrenamiento, alimentación y descanso.
Los hechos en los últimos tiempos han demostrado que las disciplinas deportivas en las que se ha utilizado el dopaje los efectos negativos han minado toda la estructura de esa trascendente actividad humana, al tiempo de debilitar sus objetivos primigenios y los beneficios que reporta a los individuos y la sociedad en su conjunto.
Entre las secuelas más dramáticas sobresale la que pone en riesgo la salud presente y futura del deportista, provocando alteraciones que pueden propiciar la muerte y lesiones a corta, medio y largo plazos. Una situación de proporción alarmante fueron los resultados de una encuesta realizada por la prestigiosa revista norteamericana “Sport”, en la que participaron unos 1,200 deportistas profesionales y de la élite olímpica.
Una de las preguntas principales que se le formuló individualmente al grupo fue que si para lograr la máxima fama y rentabilidad económica en un breve lapso de cinco años de principalía, estarían dispuestos a utilizar esteroides anabolizantes, corriendo el riesgo de sufrir serias afecciones físicas después de su apogeo o lo largo de su vida. Para sorpresa de todos, el 85%, respondió afirmativamente. Este fue un fiel retrato de hasta dónde el desenfrenado afán por alcanzar la gloria deportiva a cualquier precio es capaz de llevar a los integrantes de una sociedad en extremo mediática y materialista.
Entre los encuestados -cuyo acuerdo con la citada publicación incluyó no revelar sus nombres-había jugadores de grandes ligas, estelares del olimpismo, baloncetistas de la NBA, jugadores de fútbol americano, de hockey sobre hielo y tenistas, entre otros.
Dentro de los casos más penosos y lamentables resalta el de la atleta estadounidense Florence Griffith Joyner, ganadora de tres medallas de oro en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988 y plusmarquista del mundo de 100 y 200 metros. Su temprana muerte a los 38 años reactivó la controversia sobre las causas que la habían provocado. Algunos catalogan sus récords como uno de los grandes escándalos en los anales del dopaje, aunque nunca se encontrara prueba de ello.
Trabajos e investigaciones auspiciados por organismos internacionales promotores de la lucha contra este flagelo como la Agencia Mundial Antidopaje y la UNESCO, han asegurado que el mayor problema del deporte contemporáneo lo constituye el uso y administración de sustancias dopantes a gran escala, pese a los esfuerzos de control mediante laboratorios y las sanciones a las infracciones en esa materia.
Si bien el dopaje ha tenido su mayor auge y proyección en la sociedad contemporánea, hay referencias de que en siglos anteriores al nuestro se realizaban diversas prácticas, que aún no teniendo la misma dimensión de la actualidad, era una consecuencia de la ambición y la necesidad que suponía ganar, triunfar en una competición.
En tiempos más cercanos se usaron sustancias que hoy día están oficialmente prohibidas, pero que en tal etapa no eran consideradas una infracción. Todo ello se ha agrupado bajo la denominación de antecedentes, sobre lo cual trataremos en nuestra próxima entrega, además del periodo que se inicia a partir de la década de los años 60 del pasado siglo, cuando se inicia la verdadera lucha oficial contra el dopaje.