Se impone el ahorro de energía

Se impone el ahorro de energía

LEANDRO GUZMÁN
Uno de los principales problemas de la República Dominicana -y posiblemente el más grave- consiste en afrontar los crecientes precios del petróleo para producir energía eléctrica y combustibles, pilares fundamentales para el desarrollo de las actividades productivas.

En esta crisis -porque evidentemente es una crisis- todo el mundo habla de ahorrar energía. Se dicen muchas cosas, pero todas casi siempre limitadas a generalidades y a observaciones subjetivas. Falta ejecutar planes más definidos y prácticos para conseguir el ahorro de energía.

Esto sólo podrá lograrse enseñando directamente a la gente, yendo a su casa o negocio u organizando reuniones donde se den instrucciones para manejar la electricidad con eficiencia.

No funcionan los consejos o sugestiones expresados en artículos periodísticos y discursos, porque la gente común no los capta y, si acaso esto sucede, ignora los procedimientos específicos, aparte de que carece de los conocimientos necesarios para efectuar el ahorro.

Paralelamente a estas instrucciones, se tiene que fijar a cada usuario un tope de consumo mensual, definido por su capacidad económica para el pago de energía, de acuerdo a sus necesidades, sin que esto disminuya sensiblemente su calidad de vida.

En el caso de las actividades productivas, los mecanismos de ahorro de energía no deben lesionarlas. Hay que tratar de lograr, sin embargo, que las empresas que requieren energía optimicen su uso con el empleo de la tecnología hoy día disponible.

La campaña de instrucción que sugerimos se iniciaría en una zona piloto, para evaluar eficazmente sus resultados. Se realizarían visitas a residencias, negocios, industrias, oficinas, centros de diversiones y a todos los puntos donde haya consumo de energía, para a través del dueño o encargado darle asesoramiento para el ahorro.

Hablamos de realizar un levantamiento de los equipos eléctricos de que se disponen, para que se establezca el consumo real, el cual debe ser reducido, como parte de un sacrificio personal que contribuye a los objetivos propuestos, aparte de que de ese modo el usuario pagaría menos.

La inconformidad que hay entre los usuarios, que reciben altas facturaciones por una energía que no se les brinda, desaparecería cuando se confirme su consumo real y no el supuesto que calculan las empresas eléctricas estatales, ante las cuales pocas veces prosperan los reclamos, aunque se canalicen a través de la Superintendencia de Electricidad.

Es fundamental revisar profundamente la situación en los barrios, donde a pesar de existir hogares supuestamente pobres de solemnidad, disponen de lavadoras, estufas eléctricas, radio y hasta más de un televisor. No es posible que frente al consumo que demandan esos aparatos, paguen sumas simbólicas, si es que pagan.

Si para el ahorro de energía se requiere de la intervención del Congreso Nacional, pues que se le asigne la tarea de proponer mecanismos para el logro de ese objetivo. Si debido a intereses de cualquier tipo el Congreso falla, el Gobierno tiene en sus manos el muy criticado pero vigente artículo 55 de la Constitución, mediante el cual el Presidente de la República puede dictar un Decreto que organice el uso de la energía eléctrica, en vista de que estamos en una situación de verdadera emergencia.

Un Decreto de esa naturaleza debería incentivar de algún modo a quienes se comprueben cumplan con el ahorro de energía, pero también penalizar a aquellos que continúen con el derroche.

¿Qué sucedería, por ejemplo, si el barril de petróleo llega a los cien dólares, sin que el Gobierno haya tomado las medidas que debieron aplicarse desde el momento mismo en que el petróleo rebasó la curva de lo tolerable para nuestra economía?.

¿Qué pasará cuando los combustibles alcancen precios que muy pocos sectores del país puedan pagar? ¿A qué precio llegarían los alimentos producidos en el campo y que necesariamente hay que llevar a los centros de consumo? ¿Cómo podrán pagar los obreros y trabajadores un transporte público encarecido, para llegar a sus centros de trabajo?.

Son preguntas difíciles de responder, sobre todo porque no ha habido planificación para enfrentar la actual contingencia. Se habla, como si fuera una panacea, de la construcción de plantas generadoras de energía que utilizarían un carbón que no tenemos, pero que además serían altamente contaminantes, a pesar de la tecnología aplicada a los filtros electrostáticos.

Sin embargo, no se habla del desarrollo hidroeléctrico, mucho más rentable y no contaminante. La construcción de una planta hidroeléctrica tardaría casi lo mismo que una de carbón, con la ventaja de que el combustible, que es el agua, está a nuestra disposición gracias a una pródiga Naturaleza, que el hombre debería cuidar utilizándola racionalmente.

El Gobierno, como responsable del bien común, debe urgentemente clarificar públicamente sus planes para ahorrar energía, porque como van las cosas es poco probable que los precios del petróleo vuelvan a niveles tolerables para los países que, como el nuestro, todavía dependen totalmente de ese combustible para más o menos afrontar sus necesidades básicas.

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